19. MENTE Y CONCIENCIA
Una descarga de un potencial de acción es una medida del cambio en el sistema, dado que se puede comprobar que alcanza unas magnitudes según unos parámetros. Dicha medida del cambio, al tener lugar en un sistema de procesamiento, es en sí un proceso de medición, así que pensar es medir, en este caso, tomarle su medida a la realidad, al ser esa información que se procesa, partiendo de los estímulos del entorno que van a ser reconstruidos en el cerebro para su percepción, una abstracción isomórfica y congruente de la realidad. Al formar las descargas códigos específicos que son representativos, isomórficos y congruentes dan una medida de la realidad en el terreno de la abstracción. La mente es un proceso biofísico, pensar y percibir es medir, es tomarle su medida a una parte de la realidad con carácter abstracto. Si pensar es idear, idear es ver (etimológicamente), ver es medir y medir es un proceso físico, entonces pensar es un proceso físico, aunque abstracto, dado que pensar es medir.
La transmisión, codificación y procesamiento de información mental en la trama neural ha de producirse dentro de las posibilidades del cerebro. Por ejemplo: no se pueden transmitir potenciales de acción con mayor frecuencia que la frecuencia de descarga posible para una neurona, que suele ser de algunas docenas de Hz. La capacidad de computación del cerebro, aunque de gran complejidad, no es ilimitada.
Si el universo es un sistema, un conjunto de elementos en interacción, y que por ello cambian de estado, la información es la medida de dicho cambio. La mente es información. Si un sistema, A, cambia por la interacción de sus elementos y se transforma en B, B es información sobre el paso de A a B, B es una medida de A. Si un sistema C cambia a D, isomórficamente con A y B, por ejemplo, si el cerebro cambia isomórficamente con parte de la realidad, el cambio de C a D, en el cerebro puede servir como una medida del cambio de A a B en el entorno, siempre y cuando C y D consigan ser una abstracción congruente de A y B. La mente es la información abstracta que el cerebro computa. El emisor y el receptor de dicha información es cada neurona conectada con la siguiente. Si la mente es esa información, entonces la mente es un proceso físico sistemático. El que se pueda percibir luz y sonido, dos cosas distintas, a la vez como una misma cosa, por ejemplo, como una única bola de billar roja, precisamente da a entender que la mente es información abstracta, no otra cosa, da a entender que se ha abstraído la información referente a cosas distintas, luz y sonido.
Hablar de la mente sólo tiene sentido si se hace en referencia al cerebro en funcionamiento: la mente no es la posibilidad de pensar, sino el proceso real del pensamiento en curso.
La mente, el procesamiento de objetos mentales, consiste en una interacción sistemática entre objetos mentales, que son objetos abstractos, por ejemplo, entre las letras al formar palabras y entre las palabras al formar frases. Por tanto, la mente es la abstracción efectiva de la recreación de una interacción entre objetos mentales (la palabra “recreación” se utiliza en el sentido que le otorgó Gamow en la introducción de su libro El origen del universo: recrear consiste en dar forma a lo que no tenía forma; se añadirá aquí que también consiste en dar nueva forma a lo que tenía otra forma).
La estructura funcional, en circuitos y redes, que lleva a cabo este proceso, en parte es heredada y en parte adquirida. Por ejemplo: nacemos con un cerebro estructurado, por evolución y selección natural, de tal manera que posee capacidad innata para adquirir el lenguaje, pero, para facilitar las vías que lleven a ensamblar correctamente letras en palabras, y palabras en frases racionales, será preciso un aprendizaje cultural, durante varios años. La mente consiste en la medida del cambio vinculado a esa interacción entre objetos mentales, la información mental. La mente es un sistema de establecimiento de categorías en el terreno de la abstracción. El cerebro es un sistema de computación y categorizar es computar a base de enunciados, computar mediante afirmaciones sobre las cosas. Un proceso de categorización sólo es otra manifestación de la complejidad.
La mente es información abstracta, pues los objetos mentales representan a otros objetos. Además, es real, porque el cerebro, las neuronas y su funcionamiento forman parte de la realidad. Los objetos mentales, aunque abstractos e ilusorios, tienen efecto de manera patente tal como son, con su aspecto emergente: se perciben colores, olores, dolor, no potenciales de acción. Los objetos mentales son las formas codificadas que se van recreando con las descargas de potenciales de acción, que quedan determinadas objetivamente al verificarse dichas descargas e ir cambiando la forma del cerebro (al ir generándose información), al ir constituyendo estas descargas un proceso de medición y por tanto de observación.
Dado que la percepción es un proceso de medición, la percepción tiene lugar a escala macroscópica y los objetos mentales son emergentes (colores, olores, sonidos, palabras, emociones, etc., no potenciales de acción), para que la información consista en objetos emergentes a escala macroscópica durante el proceso de percepción ha de producirse un cambio de escala.
El organismo utiliza los impulsos bioeléctricos neurales para recibir y transmitir información al alcance de sus sentidos, referente al medio interno, el propio organismo, mente incluida, y externo, el mundo, a lo largo de los circuitos neurales. Se conectan e integran las diferentes partes del organismo con una doble función: receptora y efectora. No es de extrañar que manipular información en los circuitos neurales, a escala microscópica, haya tenido éxito evolutivo, ya que es una forma de transmisión suficientemente rápida como para ser eficiente para integrar comportamientos eficaces desde un punto de vista macroscópico, es decir, desde el punto de vista, por ejemplo, del comportamiento animal, relativamente más lento (discernible en décimas de segundo) que la actividad en el nivel neural (discernible en milésimas de segundo), que por su parte es más lenta que las moléculas que forman las neuronas (los choques moleculares tardan en producirse cien millonésimas de segundo en el nivel molecular).
Otro sistema de transmisión de información, para integrar comportamientos congruentes con el medio, es el hormonal, más lento. El sistema nervioso ha complementado al hormonal en seres vivos pluricelulares en los que los comportamientos incluyen la locomoción, seguramente debido en parte, precisamente, a su mayor rapidez relativa, que probablemente habrá favorecido su selección natural a lo largo de la evolución. Los neurotransmisores que secretan las neuronas, en las sinapsis, son neurohormonas. Los neurotransmisores actúan localmente, en una fracción de segundo, donde se secretan, al otro lado de la sinapsis, en el polo postsináptico. En la mayoría de los casos el neurotransmisor es luego eliminado o reabsorbido, ahí mismo, en menos de un segundo, con lo cual se dificultará el que se produzca un segundo efecto hormonal a mayor distancia, aunque en algunos casos ésto también ocurre con algunas neurohormonas.
Las neuronas del cerebro, los elementos del sistema que procesan la información procedente de, por ejemplo, la retina, son bastante iguales entre sí, gracias a lo cual pueden procesar dicha información de manera sistemática y congruente (no contradictoria), toda ella a base de trenes de potenciales de acción, formando patrones de descarga estereotipados, diversos, en las diferentes zonas del cerebro.
El procesamiento de información abstracta en el sistema nervioso, el proceso mental, consiste en la asociación e integración de dicha información mental, en la transmisión algorítmica de códigos a lo largo de los circuitos, tejiendo redes que se superponen entre sí caleidoscópicamente.
La asociación de objetos mentales dependerá de la mayor o menor facilitación previa o inhibición de una vía neural dada, con la posibilidad por ello de verse esa vía implicada en un procesamiento subsiguiente con mayor o menor probabilidad de participar en una sucesión sistemática consecuente de transmisión de potenciales de acción. La asociación también dependerá de la estructura algorítmica de la trama neural y de la longitud de los circuitos. Una vía se excitará antes que otra, aparte de si está más facilitada que la otra, también si es de longitud más corta. La predisposición del tejido neural a la asociación de unos objetos, u otros, dependerá también de su disposición innata y de la adquirida, pues habrá asociaciones que se nacerá sabiendo hacer y otras que habrá que aprender para poder hacerlas.
La palabra “integración”, o suma de la actividad neural, se refiere a un proceso de integraciones y desintegraciones sucesivas, por ejemplo, a la incorporación y desincorporación de neuronas a redes neurales sucesivamente, y en paralelo también.
La inconsciencia por anestesia consiste en el cese, por bloqueo químico, de la secreción de neurotransmisores en las sinapsis, en el cese de la transmisión sináptica. Para ser conscientes en primer lugar hay que estar despiertos (para ser conscientes hay que estar conscientes, matiz semántico que existe en el idioma español por este uso de los verbos “ser” y “estar”, antepuestos a “conscientes”, que no existe en otros idiomas). Para ser conscientes no se puede estar dormidos profundamente, ni anestesiados profundamente, ni en coma, ha de tener lugar la secreción de neurotransmisores en las sinapsis en cantidad suficiente para que la mente genere el “yo”.
La transmisión sináptica codifica información abstracta, así que, estar conscientes equivale a ser conscientes de algo, hay que estar despiertos y procesando información mental, como anticiparon Epicuro y Locke. Diversas investigaciones sobre la visión, llevadas a cabo por Zeki, han corroborado que para ser conscientes hay que ser conscientes de algo. Véase, por ejemplo: Zeki S., Bartels A. The asynchrony of consciousness. Proceedings of the Royal Society B 1998; 265: 1583-85; donde se presenta, además, alguna evidencia acerca de la ligazón directa entre las áreas neurales que codifican el movimiento y el color, a la hora de explicar la percepción visual, aunque sin llegar a desentrañar el mecanismo fundamental, que posiblemente requerirá la pieza clave de la sincronización de fase entre señales simples. En palabras de Zeki, extraídas de su artículo, La imagen visual en la mente y en el cerebro, publicado en Investigación y ciencia, en 1992: “… no hay razón para separar de la conciencia la adquisición de conocimiento visual”. David Bohm escribió que las personas piensan a base de imágenes. Locke decía al respecto que nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos. Epicuro dijo: “El alma no piensa jamás sin imágenes”. La conciencia piensa en imágenes; no hay conciencia sin mente.
Para ser conscientes es necesaria la inhomogeneidad, así que la sincronización de frecuencias no puede ser la explicación de la formación del percepto “bola roja”, pues se perdería la heterogeneidad de “forma” respecto de “color” y no se podría percibir una bola roja.
Parece que no puede haber conciencia sin mente, sin un procesamiento de información mental, sin una computación de información abstracta heterogénea y en concreto sin percepción. La conciencia consistiría entonces en que esa información mental se produzca en un momento dado, durante el proceso de percepción, con el significado codificado de la unicidad e individualidad del proceso, significado emergente como propiedad del sistema con esa forma.
Puede verificarse en el cerebro la computación de información abstracta, isomórfica y congruente, es decir, la mente, pero sin conciencia del hecho, por lo que mente no es sinónimo de conciencia. Por ejemplo: en el artículo de Beatrice de Gelder, Ciegos con visión, publicado en Investigación y ciencia, en julio de 2010, se explicaba que en condiciones patológicas las personas con ese trastorno de la visión ciega por daño cerebral no sólo reconocen y esquivan obstáculos sin participación del yo consciente, sino que también reconocen y reaccionan de manera congruente ante colores, movimientos, formas sencillas y expresiones faciales de emotividad. Ésto también ocurre en condiciones fisiológicas, por poner otro ejemplo, durante el mecanismo automático de ajuste del diámetro de la pupila en función de la distancia al objeto contemplado, en el que participa la corteza (se denomina mecanismo automático, en vez de reflejo, precisamente porque se integra en la corteza cerebral, mientras que la integración de los reflejos es por definición subcortical). El mecanismo de ajuste del diámetro pupilar a la distancia tiene lugar sin control de la conciencia. La información respectiva es abstracta, isomórfica y congruente, pues es posible llevar a cabo correctamente el ajuste del diámetro pupilar en función de la distancia concreta, pero sin participación de la conciencia. En este ejemplo no hay opción para la ausencia de la participación del yo consciente en el control del ajuste del diámetro pupilar en función de la distancia. En otro tipo de comportamientos sí puede inmiscuirse el yo consciente. Por ejemplo: las excursiones ventilatorias del diafragma, al inspirar y espirar, pueden tener lugar bajo el control del yo consciente, o seguir teniendo lugar al margen de éste. Incluso, a veces, aunque el yo consciente quiera, tampoco se puede tomar el control subjetivo del diafragma en algún caso, como cuando se estornuda.
20. LA CONGRUENCIA MENTAL
En el sistema nervioso como sistema de procesamiento de información, en un circuito neural A-B se puede identificar, de modo esquemático, un emisor, una neurona A, un canal, la sinapsis, y un receptor, una neurona B. B detecta la señal de A, que se convierte en señal para B en el momento en que B responde al potencial de acción de A y no a otro fenómeno físico que actúe como posible señal. Esta discriminación, por parte de B, de la señal adecuada al receptor, la procedente de A, y no otra, la señal específica para la activación de B, indica la especificidad del receptor, B, para esa señal. La información que se transmite en una sinapsis no se identifica con el estímulo, sino que la respuesta identifica al estímulo, al representarlo con especificidad y al establecerse entre ambos una correlación y un isomorfismo congruente. La especificidad de la actividad neural es crucial para el proceso mental. Sin especificidad en el proceso mental difícilmente habría conciencia, porque para ser conscientes no sólo hay que ser conscientes de algo, también hay que serlo con un mínimo de eficacia, dado que lo que está en juego es la propia supervivencia, al ocurrir todo ésto dentro de un proceso de selección natural.
Además de la especificidad, también es importante la sensibilidad del sistema para que tenga lugar el proceso mental, lo cual tiene que ver con la excitabilidad de las neuronas.
Changeaux decía que la semejanza entre la forma del objeto mental y el objeto representado debe basarse en que el grafo neuronal que vaya a constituir un objeto mental isomórfico dado proceda de un mapa neural, una codificación espacial y no sólo temporal (por frecuencias).
El cerebro consigue procesar la información mental de manera congruente, sin contradicción. En un circuito A-B-C, C es un correlato de A si cada paso de A-B-C es verdadero. Verdadero es aquello posible en un sistema y que se verifica. En palabras de Bohm: “Verdadero es lo que es”. Para Hofstadter la congruencia con la realidad externa, la compatibilidad entre la mente y el entorno, depende de una adecuada interpretación de la realidad externa. La incongruencia tampoco ha de ser tomada como algo esencial del cerebro, por lo que un sujeto delirante puede acertar a veces. Según Hofstadter, en su libro, Gödel, Escher, Bach: un eterno y grácil bucle, del año 2003, un sistema es coherente o congruente con la realidad si todo teorema es verdadero. Además, los teoremas son coherentes entre sí si son compatibles, o sea, verdaderos al mismo tiempo. Un teorema es una proposición verdadera. El pensamiento abstracto es coherente con la realidad macroscópica del entorno si la información cerebral sobre el entorno es compatible con el entorno.
En un circuito neural A-B-C, formado por las neuronas A, B y C, A sinapta con B y B sinapta con C. La descarga de B es un efecto de la descarga de A transmitida a B, que estimula la descarga de B. El cambio de estado de A es la causa del cambio de estado de B y el cambio de estado de B es la causa del cambio de estado de C. Entre A y B hay relación causa-efecto, a escala neuronal, y también entre B y C. Pero la actividad de A no es la causa de la actividad de C, al estar B en el medio. La vinculación de A y C es de correlación. C depende de A, pero A no es la causa de C, sino el correlato. Dada una asociación de redes, por ejemplo, de dos redes, [A-B-C]-[D-E-F], se puede convenir, por ejemplo, en este esquema ideal, que si la red [A-B-C] estimula a la red [D-E-F] lo que debe ocurrir es que A estimule a D a la vez que B estimule a E y C a F. Por tanto la vinculación causal entre redes se puede reducir, sin contradicción, a la vinculación causal entre sus neuronas. Por este motivo la información no se volverá contradictoria al estructurarse el tejido en redes, pues para que una red sea causa de la otra, y viendo a qué se reducen (a neuronas y sinapsis), ha de cumplirse que A sea la causa de D, B la de E y C la de F y, al mismo tiempo, que A sea la causa de B, B la de C, D la de E y E la de F; ésto se cumple en este esquema, por lo que la coherencia mental se mantendrá en la escala de redes. Así es cómo la mente conseguiría un pensamiento congruente a pesar de ser la unidad funcional la red neural.
En el cerebro hay orden porque la pieza fundamental del cerebro es la misma, la neurona; hay orden por la polarización dinámica, por la estructuración en circuitos y redes (“networks”), porque el algoritmo básico fundamental es el mismo, por la congruencia mental, por la memoria, que implica predecibilidad y determinismo, por la estabilidad y la metaestabilidad, y también por la autoorganización, en concreto, por ser el cerebro un sistema abierto en el que, por ello, será posible el orden, por ejemplo, en forma de fenómenos con periodicidad, con oscilaciones periódicas (a las neuronas se las considera osciladores acoplados; oscilan entre carga y descarga).
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