18. DAÑO CEREBRAL Y LOCALIZACIÓN DE FUNCIONES
En la práctica médica cotidiana se observa que los estados mentales dependen de los estados cerebrales, con una correlación evidente.
El concepto de correlación es matemático, aunque aquí se esté utilizando de una manera más general, en el sentido de dependencia, o vinculación no causal, entre fenómenos. Los matemáticos definen la correlación entre dos fenómenos como la existencia de una dependencia entre ellos, por ejemplo, una dependencia en función de una proporcionalidad, directa o inversa. Una proporción es una igualdad entre razones, por ejemplo: A/B=C/D, de modo que A depende de C porque A aumenta si C aumenta (proporcionalidad directa), A depende de D, porque A aumenta si D disminuye (proporcionalidad inversa), etc. Por ejemplo: en v=e/t, velocidad igual a espacio partido por tiempo, cuanta mayor velocidad, mayor distancia se recorrerá en un mismo tiempo y menor tiempo se tardará en recorrer una misma distancia, y viceversa. Los estadísticos afinan más la idea de correlación y la definen como la dependencia que existe entre las dos variables que intervienen en una distribución bidimensional.
La localización anatómica de funciones en el cerebro se vuelve más precisa cuando una zona sufre una lesión, como un infarto, y como consecuencia una función concreta se pierde al morir esas neuronas. Las lesiones cerebrales permiten conocer para qué sirve cada región del cerebro al conectarse con otras. Por ejemplo: si se dañan ciertas regiones de la superficie cortical se pierden funciones como la capacidad de calcular. En cambio, si se dañan ciertas regiones subcorticales, más que la calidad de las funciones, se altera la cantidad, por ejemplo: no se pierde la capacidad de calcular, pero se calcula más despacio. Ésto permite distinguir a las demencias corticales de las subcorticales.
La lesión de la circunvolución prefrontal produce alteración de la personalidad. Las lesiones del lóbulo prefrontal pueden cursar con una ignorancia de la moral previamente conocida, con lo que el afectado puede pasar de ser un santo a ser un crápula desinhibido, agresivo y socialmente reprobable. La lesión de la circunvolución frontal ascendente produce hemiplejía, o parálisis de medio cuerpo; si falla la circunvolución frontal inferior dominante se produce afasia de Broca, o incapacidad para emitir lenguaje; en la circunvolución parietal, hemianestesia, o pérdida de la sensibilidad en medio cuerpo; también en la circunvolución parietal, apraxia, o dificultad para ejecutar tareas motoras aprendidas, como abrir un tarro de mermelada; en el giro supramarginal se producen alteraciones diversas, como alexia, o incapacidad para leer, agrafia, o incapacidad para escribir, acalculia, o incapacidad para calcular, agnosia digital, o incapacidad para reconocer algo por el tacto; en el giro angular, agnosia visual; en la corteza occipital, agnosia visual; en la corteza temporal superior, agnosia auditiva, etc. También es conocida la lesión del hipocampo, que altera la memoria de modo peculiar: se pierde la posibilidad de formar nuevos recuerdos, sin olvidar los antiguos. Las lesiones en el lóbulo parietal derecho producen alteraciones diversas, como es el caso de la apraxia del vestir, la anosognosia, o negación de la enfermedad que se padece, la desorientación topográfica y espacial, y la hemisomatognosia, por la que se ignora la mitad del cuerpo: los afectados afirman a veces, cuando miran hacia esa parte de su cuerpo, que debe de ser el cuerpo de otra persona. También es frecuente que el enfermo fabule sobre su situación, en los casos de ceguera cortical, por anosognosia, diciendo que no ve porque se ha ido la luz. Puede que sorprenda que los enfermos nieguen una realidad evidente para los demás, pero así es como ocurre. Por ejemplo: no es infrecuente observar a un paciente afásico, incapaz de formar palabras en su cerebro, tratar de mantener animadas conversaciones con quien tenga delante, infructuosamente. La parte externa del lóbulo temporal está especializada en lenguaje y audición. La parte interna constituye la circunvolución del hipocampo, una corteza más antigua, estratificada en tres capas de neuronas, en vez de seis, como el resto de la corteza, debido a que el hipocampo es, desde el punto de vista de la telencefalización, una corteza más primitiva. De hecho, el hipocampo forma parte del sistema límbico.
Damasio relataba en su libro, El error de Descartes, el caso de un hombre que sufrió un daño en la región ventromedial del lóbulo frontal, a consecuencia de lo cual dejó de ser capaz de tomar decisiones; no es que no se le ocurriese qué hacer, sino que no podía tomar la decisión de hacerlo, una función bastante abstracta, como se puede ver. La lesión de la cara lateral de su lóbulo frontal le produjo una incapacidad para controlar la atención. Damasio también explicaba que la lesión en la corteza somatosensorial derecha puede afectar a la toma de decisiones, lo cual entronca con esa idea de la organización en red del funcionamiento cerebral.
Las lesiones cerebrales se manifiestan por un defecto en el funcionamiento neural, una pérdida de función. Hay trastornos que en vez de producir un déficit en el funcionamiento neural provocan lo contrario, un exceso de actividad neural, y a destiempo, como ocurre en la epilepsia, en la que las neuronas afectadas descargan fuera de control, de manera hipersincrónica, todas las involucradas a la vez, en lugar de cada una cuando le toque. Los ataques epilépticos más conocidos consisten en convulsiones motoras de los miembros, por afectación de la corteza motora. Hay otros tipos de ataques: en las descargas epilépticas en el lóbulo temporolímbico el afectado puede percibir, según la zona descargada: déjà-vu, ilusiones, miedo, pensamiento forzado, angustia, rabia, alucinaciones diversas, y también otro tipo de manifestaciones menos abstractas, como palidez de la piel, labios azulados (cianóticos), dilatación de la pupila, movimientos intestinales, salivación (sialorrea), comportamientos diversos, consistentes en vestirse, desvestirse, deglutir, masticar, toquetear cosas, salir a caminar vagando, etc. Incluso hay ataques epilépticos, las crisis gelásticas, que consisten en ataques de risa.
Los hemisferios son las dos mitades del cerebro. El ser humano está formado por dos mitades corporales con simetría bilateral, es decir, con inversión espacial: una es, más o menos, como el reflejo especular de la otra, un todo formado por dos mitades simétricas por paridad, lo cual distingue al ser humano de los animales con simetría radial, como las estrellas de mar. Si se piensa, ser simétricos es algo extraño. Lo más lógico sería tender a ser esféricos por fuera y asimétricos por dentro, como los seres unicelulares. Lo que pasa es que esta simetría se ha vuelto necesaria para algunas cosas, al ser pluricelulares, como para andar, por ejemplo, pues vienen bien dos piernas, aunque ello requiera una inversión extra en neuronas medulares para coordinar ambas mitades. Por ejemplo: cuando un músculo agonista se contrae, para hacer avanzar al cuerpo, el antagonista debe relajarse en igual proporción, para no frenar el avance, lo que se conoce como circuito neural medular de inhibición recíproca.
El cuerpo calloso es una estructura, entre ambos hemisferios cerebrales, formada por unos 200 millones de axones, que los conecta. Las lesiones parciales del cuerpo calloso desembocan en una serie de complejos síndromes de desconexión del cuerpo calloso, con diferentes posibilidades. Por ejemplo: en la lesión de la parte anterior del cuerpo calloso se produce apraxia de la mano izquierda; en la lesión de la parte posterior del cuerpo calloso se produce anomia táctil de la mano izquierda, etc. Pocas veces se ve a personas con daño en el cuerpo calloso, pero cuando se encuentra a alguna resulta sorprendente, sobre todo en la situación extrema, la sección completa del cuerpo calloso, en la que los dos hemisferios quedan separados y, como se concluye a partir del trabajo de Sperry, se trataría entonces, posiblemente, de dos mentes distintas, dos conciencias en una sola cabeza y cada una ajena a la existencia de la otra.
Las lesiones de los ganglios basales son frecuentes e incluyen el síndrome de Parkinson, entre otros. Las lesiones localizadas en el cerebelo, ya fuera del cerebro, también son frecuentes, y cursan con una lista de alteraciones posibles, como vértigo cerebeloso, ataxia de la marcha y un largo etcétera. Las lesiones en los ganglios basales (y en el cerebelo también) afectan al pensamiento. Por ejemplo: del mismo modo que las personas con parkinsonismo pueden presentar lentitud para iniciar el movimiento de un miembro, o acinesia, también pueden presentar lentitud para iniciar sus pensamientos, algo de lo que algunas personas con parkinsonismo se quejan amargamente, pues ocurre en contra de sus deseos.
Toda esta evidencia sobre la correlación entre daño cerebral y mente permite concluir que la mente, el procesamiento de información abstracta en el cerebro, probablemente es un proceso físico cuyo fundamento es la actividad neural.
La dependencia entre los estados mentales y los estados cerebrales es tan estrecha que se ha asignado a zonas determinadas del cerebro funciones determinadas. Hasta cierto punto es posible en la práctica. Por ejemplo: hay áreas cerebrales determinadas e inintercambiables, dentro de ciertos límites, como las áreas visuales, las áreas del lenguaje, las de los movimientos prácticos aprendidos, o praxias, como la praxia necesaria para abrir un bote de mermelada, o para usar un destornillador, el área para la sensación táctil, y así sucesivamente. Algunas de esas zonas identificables con cierta precisión están más determinadas genéticamente de modo innato, y otras más necesitadas de un aprendizaje después del nacimiento, a lo largo de más o menos tiempo, y tras permanecer en un entorno adecuado. Por ejemplo: nacemos sabiendo mamar, pero no sabiendo conducir un coche.
Dicha localización no es exacta. Por ejemplo: el área del lenguaje está distribuida por diversas áreas, que funcionan en red, varias activas a la vez pero no todas a la vez. No es tan importante dónde se localice cada función, sino qué patrón de red se esté formando, con qué conjunto neural se esté conectando cada conjunto neural para dar sentido a su funcionamiento. No importa a qué se supone que se dedicaría una zona cerebral si no está conectada con otras que le van a dar sentido al activarse en red. Sobre la marcha se van formando y deshaciendo tramas. No hay una localización exactamente precisa porque no habrá dos estados del cerebro exactamente idénticos al ser tan complejo, con docenas de miles de millones de piezas. No es tan simple y predecible como un coche, que sólo tiene cuarenta mil piezas.
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