EXPLICACIÓN DE LA CONCIENCIA

 

29. EXPLICACIÓN DE LA CONCIENCIA


La conciencia, o “yo consciente”, se podría definir como la percepción con unicidad e individualidad (indivisibilidad). Husserl, que vivió de 1859 a 1938, escribió en sus Investigaciones lógicas que: “La conciencia es el entrelazamiento de las vivencias psíquicas en la unidad de su curso”. Aldous Huxley, en su ensayo, Los demonios de Loudun, al hacer un repaso acerca de la concepción que sobre el alma se tenía, por ejemplo, en el siglo 16, según la corriente filosófica mayoritaria en occidente, de acuerdo con las conclusiones tras el estudio de las anatomías del alma que se estilaban en tal época, afirmaba lo siguiente: “El alma (el alma entendida como conciencia durante esa época, en vez de como animación de los seres vivos, o “soplo de vida”, como en otras épocas, con el riesgo de confundir los conceptos de “vida” y “conciencia”) es simple, porque no puede descomponerse ni desintegrarse. En cuanto a su etimología, es un átomo psicológico: algo que no puede ser dividido”, es decir, la conciencia se caracteriza por ser única e individual (indivisible).


La sincronización de fase de señales simples entre redes compatibles en corteza de asociación podría ser la explicación de la formación del percepto durante el proceso de percepción y de la propiedad emergente de la unicidad e indivisibilidad de sus partes. La conciencia podría definirse como la percepción en la forma de un yo único e individual. En secuencias de perceptos sucesivos, durante el proceso de percepción, todos ellos caracterizados por la unicidad e indivisibilidad de sus partes, éstos persistirían sucesivamente sin dejar de estar caracterizados por una misma unicidad e indivisibilidad de sus partes. Dicha propiedad emergente de la unicidad e individualidad del percepto estaría ubicada de manera persistente en ese ahora instantáneo en el que ilusoriamente transcurriría la realidad perceptible a simple vista. Esa idea emergente y persistente de unicidad e individualidad, abstracta, pero con efecto patente como tal a simple vista y ubicada en el ahora instantáneo, información mental configurada con ese significado específico durante el proceso de formación del percepto, sería la conciencia, el ilusorio individuo consciente de la realidad al alcance de sus sentidos.


FORMACIÓN DEL PERCEPTO. EL CARÁCTER MACROSCÓPICO DE LA PERCEPCIÓN.

 

27. FORMACIÓN DEL PERCEPTO


La transmisión AA’ del código “forma” establecería una cantidad de tiempo mínima, necesaria para que el código “forma” se verificase: el tiempo necesario para que fuese detectable su transmisión completa. Ese tiempo mínimo supondría una unidad de tiempo en una escala en la que fuese detectable el código “forma”, detectable, por ejemplo, como parte del percepto “bola roja” mediante una interacción AA’-BB’, mediante su sincronización al establecerse una diferencia de fase constante entre AA’ y BB’.


Un fenómeno físico, un cambio de estado en un sistema, con el consecuente aumento de información, tiene efecto y es detectable al producirse interacciones entre sus elementos (también en el terreno de la abstracción en el cerebro, como cuando la interacción de letras da lugar a palabras). En el caso del fenómeno de la percepción de una bola roja, que tuviese efecto y fuese detectable dependería de las interacciones en alguna etapa del proceso entre “forma” y “color” para dar lugar al percepto “bola roja”, es decir, interacciones AB, AA’, BA, BB’ y AA’-BB’. La interacción AB, o BA, sería la sincronización AB por sincronización de fase. La interacción AA’ sería la transmisión de información codificada con el significado de “forma”, dando lugar a la red “forma”. La interacción BB’ sería la transmisión del mensaje “color”, la red “color”. La interacción AA’-BB’ sería el establecimiento de una diferencia de fase constante entre los códigos “forma” y “color”, su sincronización.


La sincronización de fase AB, para verificarse y ser detectable, solo requeriría un potencial de acción de A y otro de B, y con un tiempo también mínimo para verificarse, una unidad de referencia en la escala temporal en la que fuese detectable la verificación de dicha sincronización de fase, unidad de tiempo que sería menor que el tiempo mínimo necesario para verificar que se habría completado la transmisión del mensaje AA’, porque AA’ requeriría más de un potencial de acción, de lo contrario el código AA’ no podría llegar a ser distinto al código BB’.


La verificación de una sincronización AB en la forma de una diferencia de fase constante AA’-BB’, que requeriría la transmisión completa AA’ y BB’, tendría lugar, por tanto, en una escala de tiempo diferente y mayor (relativamente macroscópica) que la verificación de una sincronización AB mediante una sincronización de fase AB.


Si una unidad de referencia es mayor que la magnitud de un cambio de estado en un sistema según algún parámetro dado la magnitud será indetectable como tal en la escala de esa unidad. Por ejemplo: no se puede medir, con un termómetro dividido en grados, un aumento de temperatura de una milésima de grado. Dicha magnitud del cambio será indetectable en su valor en grados (0,001 grados) en esa escala relativamente macroscópica en grados, aunque sea detectable en su valor en milésimas de grado en esa otra escala en milésimas de grado relativamente microscópica respecto de la escala en grados. No por ello dejará de tener efecto el aumento de temperatura de una milésima de grado, aunque un observador sin capacidad de resolución suficiente, una resolución en milésimas de grado al menos, no lo detectase, porque las propiedades de un sistema no se pierden con un cambio de escala (Gehm, M., Thomas, J. E. Gases de Fermi atrapados ópticamente. Investigación y ciencia 2005; 342: 36-43), por lo que cuando el cambio de estado microscópico sí sea detectable a escala macroscópica de todos modos, como los píxeles de la pantalla de ordenador, lo será con pérdida de resolución, es decir, ya no como tales píxeles, sino en la forma de objetos o propiedades emergentes, por ejemplo, como “bola roja” en vez de como píxeles.


Si la unidad, el tiempo que tardasen en verificarse las transmisiones AA’ y BB’, fuese mayor que la magnitud, el tiempo que tardase en producirse la verificación de la sincronización de fase AB, la magnitud del cambio transitorio de la carga eléctrica de la membrana neuronal, el potencial de acción de A implicado en la configuración de la información con el significado de sincronización AB mediante sincronización de fase AB, aun formando parte del tren de potenciales del código “forma” de la transmisión AA’, sería indetectable como tal, en su valor, es decir, con el significado de una “sincronización de fase AB”, como parte de la información codificada significando “bola roja” en la escala de tiempo en la que los códigos “forma” y “color” fuesen detectables como tales al completarse la transmisión de los mensajes AA’ y BB’ y la sincronización de “forma” y “color”. Los potenciales de acción implicados en la sincronización de fase AB simplemente habrían desaparecido ya para cuando se completasen las transmisiones AA’ y BB’, por lo que serían indetectables de cualquier manera ya y por tanto indetectable la configuración de información con el significado de una sincronización de fase AB en la escala relativamente macroscópica en la que se verificaría la detectabilidad de la configuración de información con el significado de una sincronización de “forma” y “color”.


Sin embargo, la sincronización AB seguiría siendo detectable a escala macroscópica, pero ya no en la forma de una sincronización de fase AB, los “píxeles”, sino en la forma, emergente en una escala mayor, de una diferencia de fase constante AA’-BB’, una sincronización de “forma” y “color”, la unicidad de “bola roja” y su indivisibilidad en dos perceptos en función del tiempo.


Si la sincronización AB en la forma de una diferencia de fase constante AA’-BB’ fuese detectable en una escala de tiempo mayor que la escala en la que se verificaría la sincronización AB en la forma de una sincronización de fase AB, entonces un mismo fenómeno, la sincronización AB, pasaría a ser detectable en un mismo sustrato físico en dos escalas (gracias a estar A y B en dos redes a la vez cada una y a producirse una sincronización AB sin sincronización de sus frecuencias, de lo contrario, si el mecanismo neural fuese otro, no sería posible este cambio de escala, requisito para que el proceso se produzca con escalabilidad y tenga carácter emergente). Se estaría produciendo así un cambio de escala a lo largo del proceso de percepción en esta fase de sincronización AB vinculada con la formación del percepto. Así es cómo la verificación de la sincronización AB tendría lugar con escalabilidad.


Una escala sería relativamente macroscópica respecto de la otra, aquélla en la que tendría efecto el establecimiento de una diferencia de fase constante AA’-BB’, que sería macroscópica respecto de aquélla en la que tendría efecto el establecimiento de una sincronización de fase AB.


Un cambio de escala en la observación de un fenómeno supone una pérdida de resolución y un carácter emergente de la información por ello. Este cambio de escala durante el proceso de formación del percepto otorgaría carácter emergente a la percepción en esta fase del proceso, a la información procesada configurada de este modo, a su significado objetivo y sus propiedades, pues la sincronización AB no emergería a escala macroscópica en la forma de una sincronización de fase, que sería indetectable ya con esa forma en la escala macroscópica determinada por la transmisión AA’, sino en la forma de la emergente propiedad de la unicidad e indivisibilidad de “bola roja”, al quedar “forma” y “color” sincronizadas de este otro modo, por falta de resolución a escala macroscópica para que la sincronización AB fuese detectable como tal, como lo que sería fundamentalmente a escala microscópica: una sincronización de fase. De ahí el carácter emergente del objeto mental “bola roja”.


Ocurría algo análogo con los píxeles en la pantalla del ordenador: a escala microscópica, píxeles, y a escala macroscópica, una bola roja emergente para un observador macroscópico, por la pérdida de resolución con el cambio de escala, que ilusoriamente impide percibir a simple vista a los microscópicos píxeles como tales píxeles, a pesar de seguir siendo píxeles, o que impediría percibir a simple vista a la sincronización AB mediante una diferencia de fase constante AA’-BB’, como una sincronización AB mediante una sincronización de fase AB, aun siéndolo. La percepción de las cosas, la interpretación de lo que se ve, es real pero ilusoria.


En definitiva: al producirse la sincronización AB mediante sincronización de fases, no de frecuencias, A podría seguir en la red “forma” al incorporarse a la súper-red “bola roja” y no se perdería la heterogeneidad de la transmisión AA’ respecto de BB’. A podría estar en dos redes a la vez. Éso haría posible que un mismo fenómeno (sincronización AB) fuese detectable en dos escalas a la vez, como sincronización de fase AB y como diferencia de fase constante AA’-BB’, es decir, como sincronización de “forma” y “color” (indivisiblidad de “bola roja”). El percepto “bola roja” se formaría con su carácter emergente de este modo, al producirse este cambio de escala en el proceso de sincronización AB. La propiedad emergente sería la de la ilusoria unicidad e indivisibilidad del percepto “bola roja” en función del tiempo, por falta de resolución temporal a escala macroscópica para que “forma” y “color” tuviesen efecto por separado como dos perceptos, al ser el mecanismo de su sincronización, la sincronización de fase AB, indetectable como tal, como “píxel”, a escala macroscópica.


28. EL CARÁCTER MACROSCÓPICO DE LA PERCEPCIÓN


La percepción de las cosas no sería macroscópica porque se perciba que los cuerpos macroscópicos lo son. El tamaño espacial de los cuerpos macroscópicos que se percibe es una estimación relativa, llevada a cabo en el terreno de la abstracción al comparar unos cuerpos con otros y con la información al respecto memorizada durante años de aprendizaje por ensayo y error. La percepción sería macroscópica en función del tiempo, al conllevar la incapacidad por falta de resolución, al percibir una bola roja, para discriminar “forma” y “color” por separado a simple vista como dos perceptos, en la escala relativamente macroscópica en la que se verificaría la sincronización AB en la forma de una diferencia de fase constante AA’-BB’.


La fusión de “forma” y “color” tendría efecto de manera patente al coincidir a escala macroscópica ambos códigos en un mismo punto, pero no del espacio, como dos píxeles indiscriminables en la pantalla de un ordenador, sino que ambos códigos coincidirían en un punto del tiempo, un “cuanto de conciencia”, el ahora instantáneo, la “unicidad del curso de la vivencia psíquica” (que diría Husserl) en el que parece producirse la realidad perceptible. Esta escalabilidad en función del tiempo del proceso de percepción es lo que haría posible la emergencia de “bola roja” con ese aspecto de ilusoria unicidad e indivisibilidad de las partes sin perder su heterogeneidad respectiva.


En la escala determinada por la interacción AA’-BB’, “forma” y “color” tendrían efecto a la vez por falta de resolución para tener efecto por separado, al ser nula a escala macroscópica la magnitud de su separación aparente en el tiempo, al estar sincronizados mediante una para entonces indetectable sincronización de fase. La sincronización AB, una vez establecida a escala microscópica mediante una sincronización de fase AB, seguiría produciéndose como tal sincronización AB a escala macroscópica mediante una diferencia de fase constante AA’-BB’ (la sincronización AB se vería pero no se percibiría su mecanismo microscópico, la sincronización de fase AB, como ocurría con los píxeles). Emergería así la unicidad e indivisibilidad de “bola roja”, no la sincronización de fase AB.


La sincronización AB se verificaría de este modo a escala macroscópica sin perderse por tanto la heterogeneidad respectiva entre “forma” y “color”, con lo cual los códigos sí tendrían efecto como tales códigos a escala macroscópica al producirse su interacción, percibiéndose por ello una bola roja macroscópica y no potenciales de acción microscópicos.

FORMACIÓN DE REDES NEURALES

 

26. FORMACIÓN DE REDES NEURALES


Una neurona, por ejemplo, una neurona A perteneciente a la red neural que transmita información codificada con el significado conceptual de “forma (redonda)”, podría formar parte de más de una red neural al mismo tiempo: al percibirse una bola roja, A podría formar parte simultáneamente de la red “forma” y de la súper-red “bola roja”.


Una neurona A de la red “forma” estaría transmitiendo un tren, o secuencia de potenciales de acción, con un patrón concreto, a una segunda neurona A’ de la red “forma”. Ese mensaje AA’ estaría transmitiendo información codificada con el significado de “forma”, o código “forma”.


Al mismo tiempo, mediante una interacción AB, se produciría una sincronización AB mediante una sincronización de fase entre la neurona A y una neurona B de la red “color”: un potencial de acción del código “forma” estaría en sincronización de fase con un potencial de acción del código “color” de una transmisión BB’ en la red paralela y compatible “color”, simultánea con la transmisión AA’.


El potencial de acción de A por el que A establecería una sincronización de fase con B formaría parte de la secuencia de potenciales de acción del código “forma” en la transmisión AA’.


Al producirse la sincronización de fase AB a la vez que las transmisiones AA’ y BB’, la sincronización de fase AB desencadenaría la sincronización de las transmisiones AA’ y BB’ sin que se sincronizasen sus frecuencias, mediante el establecimiento de una diferencia de fase constante entre AA’ y BB’. AA’ y BB’ serían coherentes entre sí de este modo, quedando así sincronizados los códigos “forma” y “color”, pero sus secuencias, no sus frecuencias, con lo cual el código “forma” mantendría su heterogeneidad respecto del código “color”, que era la clave para que se formase el percepto “bola roja” y la percepción de una bola roja fuese posible.


A pasaría a formar parte de la súper-red “bola roja”, integrada mediante una sincronización AB, sin dejar de formar parte, a la vez, de la red “forma” mediante la transmisión AA’.


Para que los códigos “forma” y “color” fuesen coherentes entre sí, las descargas de A y B habrían de ser compatibles, coherentes entre sí, verificables al mismo tiempo. Esa coherencia probablemente sería posible mediante intervención del marcapasos en bucle (retroactivo) talamocortical y los circuitos retroactivos corticocorticales de reentrada subsiguientes correspondientes.


La detección de la sincronización de fase en corteza de asociación probablemente supondría la demostración de un nuevo mecanismo de integración neuronal implicado en la formación de súper-redes, como la que constituiría el percepto “bola roja”.

LA CONCIENCIA COMO FENÓMENO EMERGENTE

 

25. LA CONCIENCIA COMO FENÓMENO EMERGENTE


Un sistema es un conjunto de elementos y sus interacciones. Bertalanffy, en su Teoría general de sistemas, definió a un sistema como un “conjunto de elementos en interacción”. El cerebro es un sistema. El funcionamiento de las neuronas y sus interacciones se explica con la física clásica.


Los sistemas complejos pueden presentar estructura en todas las escalas. La complejidad es el número de interacciones entre las piezas de un sistema. Las interacciones a su vez dependerán del número de piezas del sistema, del número de tipos de piezas y del número de tipos de interacciones. A mayor número de interacciones mayor complejidad. La cantidad de información de un sistema es una medida de su complejidad.


Un sistema, aunque evolucione hacia la simplicidad, en todo caso añade complejidad al conjunto, a pesar de su aparente simplicidad relativa, ya que es un cambio respecto del estado anterior. En palabras de Bonev (Teoría del caos): “… complejidad no es, necesariamente, sinónimo de complicación”. La complejidad es un caso especial en la evolución de los sistemas no-lineales, que aparece, según Bonev (Teoría del caos), en los puntos críticos, o de bifurcación, a lo largo de la evolución de estos sistemas, puntos en los que orden y desorden coexisten momentáneamente, dándose lugar a “estructuras fractales que se caracterizan por presentar un aspecto autosemejante a diferentes escalas”. Según Needham los organismos biológicos se estructuran, desde el punto de vista funcional, en niveles de organización, presentan estructura compleja en diversas escalas, por ejemplo: molécula, neurona, circuito, red. Changeaux habló de la aparición de propiedades nuevas conforme se pasa de un nivel de organización a otro en el cerebro, una de las ideas centrales del emergentismo.


El concepto de emergencia surgió cuando se hizo patente que, en algunos sistemas, el todo no era igual a la suma de las partes. Fue enunciado por John Stuart Mill en 1843, mediante el establecimiento de la diferencia entre leyes homopáticas y heteropáticas. Las leyes heteropáticas son las que llevan a pensar en la emergencia de propiedades como fenómeno relevante a tener en cuenta. El ejemplo típico es el de la liquidez del agua, propiedad que hay que considerar emergente desde el momento en que no puede explicarse por la suma de las propiedades por separado del oxígeno y del hidrógeno, sino que tiene que ver con la forma en la que interaccionan. Un alumno de Mill, George Henry Lewis, acuñó el término “emergencia” para este tipo de situaciones.


Por el fenómeno de emergencia en un sistema pueden emerger objetos y propiedades a lo largo de su evolución sistemática, por las interacciones entre sus elementos. Los objetos y las propiedades emergen en un sistema mediante un cambio de estado en el sistema, un cambio en la configuración de los elementos del sistema. Por ejemplo: al dar forma a una masa de arcilla húmeda en un torno de alfarero parecerá “emerger” una vasija al recolocar sus elementos, las partículas de arcilla, de cierta manera. Lo que emerge es una forma, información: antes no estaba formado, o codificado, cierto objeto y después, sí. El alfarero habrá transmitido información específica al barro con los dedos, le habrá dado forma, por éso habrá emergido la vasija de cerámica. Del mismo modo, las neuronas dan forma a una red neural específica, mediante una transmisión de información específica, y emerge el yo consciente, la conciencia, que es una forma que adopta el cerebro, una configuración de la actividad neural, de sus descargas, un código, que emerge con la forma de un yo consciente mediante un cambio de escala, con el significado de unicidad e individualidad del proceso de percepción, algo parecido a lo que ocurre con la imagen de una bola roja reproducida en la pantalla de un ordenador que emerge para el observador macroscópico cuando dejan de ser perceptibles los píxeles microscópicos uno a uno por falta de resolución a simple vista y se perciben como un todo a escala macroscópica con la forma que los píxeles estén codificando a escala microscópica. La conciencia es información objetiva emergente a escala macroscópica con la forma de una determinada propiedad, la de la unicidad e individualidad que caracterizan al yo consciente, la abstracción de dicha propiedad, porque ése es el significado específico codificado por ese conjunto neural microscópico en ese momento.


Para Manuel Fernández Bocos, en su libro, El misterio de la creación, la conciencia es un “fenómeno de emergencia donde el resultado final toma la forma de un “todo” muy distinto y de categoría superior al resultado de la suma de sus partes individuales, cuya función fundamental suele ser recrear el entorno para que los animales dotados de movimiento actúen como un solo organismo en aras de la supervivencia de la comunidad celular en la que habitan estas propias células”.


Hay dos tipos de sistemas dinámicos, los lineales (predecibles) y los no lineales, o caóticos (impredecibles). El cerebro es un sistema caótico. Los sistemas caóticos se denominan no lineales y los no caóticos, o deterministas, lineales. El cerebro es un sistema no lineal. Los sistemas lineales (deterministas) son aquellos en los que el todo es igual a la suma de las partes, por ejemplo: 1+1=2. Los sistemas lineales se rigen por el principio de superposición, según el cual, si se conocen dos soluciones (dos estados posibles) para un sistema dinámico lineal, la suma de ellas es también una solución. Los sistemas lineales siguen dos reglas: la de aditividad y la de homogeneidad. Por ejemplo: los espacios vectoriales suelen permitir el uso del álgebra lineal. Un sistema no lineal no está sujeto al principio de superposición, así que el todo no es igual a la suma de sus partes, como el cerebro, en el que el todo, el objeto “bola roja”, información sensorial sobre la forma y el color de una bola roja que se esté percibiendo fusionada, no es lo mismo que la suma de las partes, forma y color, por separado, pues la suma de las partes daría como resultado en un sistema lineal dos objetos, redondo sin color y rojo sin forma redonda, no uno fusionado sin venir a cuento (a menos que la evolución le encuentre utilidad por selección natural, por ejemplo, como forma ilusoria de percibir la realidad por conveniencia evolutiva). La emergencia de propiedades y objetos en un sistema abierto, el que el todo sea más que las partes, se debe a las interacciones de sus elementos, es fruto de un trabajo llevado a cabo con la energía que entra en el sistema por ser abierto, glucosa, en el caso del cerebro. Con el término “emergencia” se hace referencia a las propiedades de un sistema que no son reducibles a las propiedades de sus elementos. La emergencia de propiedades en un sistema dinámico no lineal tiene que ver con la complejidad del sistema. Probablemente haya un umbral de complejidad a partir del cual la emergencia de lo que sea que pueda emerger (la conciencia, por ejemplo) será posible.


Dado que la percepción es un proceso de medición, la percepción tiene lugar a escala macroscópica y los objetos mentales son emergentes. Para que la información consista en objetos emergentes a escala macroscópica durante el proceso de percepción ha de producirse un cambio de escala.


La conciencia posiblemente tenga carácter emergente, ya que las neuronas son miles de millones y están conectadas entre sí de modo discontinuo, mientras que el individuo consciente es único e indivisible a simple vista. En el percepto, “bola roja”, “forma” y “color” se fusionan, en el terreno de la abstracción, constituyendo un objeto único e individual, y emergente, en el que el todo será más (indivisible en su caso) que la suma de las partes, al ser el cerebro un sistema no lineal. Si el cerebro fuese un sistema lineal, regido por el principio de superposición, la suma de “forma redonda” y “color rojo” daría lugar a dos objetos, uno redondo sin color y otro rojo sin forma redondeada, no a un objeto único e individual, “bola roja”. Como los potenciales de acción tienen efecto, no son virtuales, la información que configuran tiene efecto de manera patente también, y con un significado codificado emergente, con el aspecto que aparente tener a escala macroscópica por la pérdida de resolución al cambiar de escala durante el proceso de percepción, al irse integrando la información, incluido el carácter “cualitativo” con el que se perciben las sensaciones. Ésto es análogo a lo que ocurre con los píxeles en la pantalla de un ordenador, que se percibirán a simple vista, por ejemplo, como la imagen emergente a escala macroscópica de una bola de billar roja en la pantalla, en vez de como píxeles, al representarla estos mediante la configuración que adopten a escala microscópica.


En un sistema físico, para que dos objetos puedan llegar a ser detectables como uno solo debe producirse el proceso de observación con escalabilidad, o “scaling”, que se refiere al cambio que se produce en la magnitud obtenida, como resultado de una medición, al cambiar la escala de medición, y también al cambio en la resolución con que se mide y por ello en la percepción de las cosas, dependiendo de la escala empleada. Ferrero, en un artículo del 2003 en Investigación y ciencia: Información cuántica, estado de la cuestión, decía que la escalabilidad de un sistema físico es la capacidad del sistema para adaptarse a tareas de distinta magnitud. Así mismo, Ynduráin, en su libro Electrones, neutrinos y quarks, explicaba que el “scaling” indica lo que cambia una cantidad física al alterar la escala de uno de los parámetros de los que depende. Por ejemplo: en una pantalla de ordenador, a escala microscópica, con una lupa potente, se percibirán píxeles; a escala macroscópica, a simple vista, se verán los píxeles, pero no se percibirán, por el cambio de escala de observación (al no usar ya una lupa) y la pérdida de resolución espacial que éste conlleva. Lo que se perciba en la pantalla, a escala macroscópica, estará en función de la información que los píxeles configuren a escala microscópica, mediante su interacción, en su caso, mediante el modo en el que estén dispuestos ordenadamente unos respecto de otros en las coordenadas del espacio de la pantalla. Los píxeles podrían configurar, por ejemplo, una imagen que representaría a una bola de billar roja, imperceptible como tal a escala microscópica (aunque se configura a escala microscópica), pero emergente como “bola roja” a escala macroscópica.


Aunque se perciban píxeles a pequeña escala y una bola roja a gran escala, en ambos casos seguiría tratándose de píxeles; la bola roja emergente sería una ilusión, ya que, aunque su imagen tendría efecto como tal de manera patente, sería real, detectable y perceptible como bola roja a simple vista, sería una bola falsa, no se podría coger de la pantalla para jugar al billar con ella.


El cambio de escala y la escalabilidad explican que se observen propiedades y objetos emergentes en un sistema que cambia de estado: parecen emerger en la escala macroscópica cuando tiene lugar un cambio de estado concreto en el sistema mediante una interacción peculiar de sus elementos a escala microscópica, un aumento de información que se vuelve detectable, a escala macroscópica, como objetos o propiedades emergentes. La palabra “emergencia” se refiere, en estos casos, al cambio de la forma de la materia de un sistema, a un aumento de información, pero tal como se percibe en una escala relativamente macroscópica respecto de la escala en la que tenga lugar la interacción de los elementos del sistema, tras el cambio de escala y la pérdida de resolución correspondiente. Si la conciencia fuese un fenómeno emergente del cerebro, el proceso de percepción debería estar produciéndose con escalabilidad, en una escala relativamente macroscópica y con pérdida de resolución.

MECÁNICA CUÁNTICA Y CEREBRO

 

24. MECÁNICA CUÁNTICA Y CEREBRO


La mecánica cuántica formula las interacciones entre partículas elementales, una mecánica propia, distinta a la mecánica clásica, que formula las interacciones entre cuerpos macroscópicos. Los fenómenos cuánticos se producen en la escala más pequeña conocida de la realidad, así que son inexplicables, al no tener las partículas elementales partes menores que las compongan. Ynduráin escribió en su libro, Electrones, neutrinos y quarks: “¿Qué causa la emisión y/o absorción de partículas? ¿Qué mecanismo está detrás (de éste y de otro tipo de procesos similares propios de la mecánica cuántica)…? … La respuesta es: ninguno… tenemos que considerar tales procesos como irreducibles a otros”. En palabras de Freeman Dyson: “… (tras dominar el lenguaje formal de la mecánica cuántica, hay que) reconocer que nada hay que entender”. Sólo cabe la mera descripción de fenómenos, que, no sólo son contraintuitivos, sino que se reducen a sí mismos, carecen de mecanismo interno o de partes menores.


Un cuerpo macroscópico, como pueda ser una persona, puede estar sentada en la silla A o en la silla B, en el instante X, pero no en las dos sillas a la vez. En cambio, ciertas partículas elementales, por ejemplo, un fotón, sí que pueden estar en dos estados cuánticos a la vez. Esta rareza, y otras, no se pueden comprender a simple vista, porque son inconcebibles. Se van conociendo y aceptando a partir de los hallazgos experimentales y su laboriosa formulación matemática por los especialistas en la materia.


Algunos de los fenómenos propios de la mecánica cuántica son observables a simple vista. Son los fenómenos macrocuánticos. Si todas las partículas de un sistema están en un mismo estado cuántico, harán todas lo mismo. Éso, a simple vista, en una masa de partículas suficientemente grande, se detectará por alguna peculiaridad, como que un líquido fluya por encima del borde de su contenedor en vez de quedarse en el fondo. Por ejemplo: la superfluidez del helio común líquido, a 2,17 K, es un fenómeno macrocuántico, explicable porque, a esa temperatura, muchos átomos de helio coincidirán en un mismo estado y entonces el helio tenderá a comportarse como un solo objeto a ciertos efectos, en vez de como muchos átomos, lo cual se podrá apreciar, a simple vista, por esa propiedad bautizada con el nombre de “superfluidez”, que describe el aspecto emergente a simple vista del fenómeno.


La conciencia no deja de ser algo así como que parte de la compleja información de la mente asuma un mismo estado, por ejemplo, que al percibir una bola roja, la información sensorial sobre su forma, el objeto mental “redonda”, y sobre su color, el objeto mental “rojo”, se integren en un solo objeto mental y asuman un mismo estado, el estado “percepción de un solo objeto mental, el objeto bola roja”, lo cual recuerda a un estado macrocuántico, ya que es un estado reconocible a simple vista como un solo objeto mental, a ciertos efectos, cuando está claro que está formado por partes que son dos objetos mentales: la forma redonda de la bola es objetivamente una cosa y el color rojo de la bola es objetivamente otra cosa. Es fácil encontrar una analogía entre lo que la mente hace en el terreno de la abstracción y lo que las partículas elementales hacen de acuerdo con la mecánica cuántica. En este caso se trata de una analogía sin sentido, porque las neuronas, que constituyen la unidad funcional del sistema nervioso, son estructuras biológicas, no partículas elementales, de modo que no se puede producir un verdadero estado macrocuántico mediante una interacción entre neuronas, ni entre redes neurales y menos aun entre objetos mentales. De todos modos, las similitudes están ahí, como en cada caso en el que se aprecia la repetición de estructuras en diferentes escalas en los sistemas suficientemente complejos.


Bertalanffy trató el asunto de los isomorfismos en la naturaleza en su Teoría general de sistemas, donde previno contra la confusión frecuente entre los isomorfismos y las “analogías sin sentido”.


La representación de una bola de billar roja en la pantalla de un ordenador es una imagen isomórfica, con la misma forma que una bola roja. El isomorfismo, en su definición matemática, consiste en la correspondencia biunívoca entre dos conjuntos de cosas. Dados dos conjuntos, 1 y 2, que entre sus elementos se establezca una correspondencia biunívoca quiere decir que a un elemento A del conjunto 1 le corresponderá el elemento B del conjunto 2 y no otro. Habrá un isomorfismo, entre 1 y 2, si al evolucionar 1, por ejemplo, si en 1 tiene lugar una interacción entre A y A´, entonces al observar 2 se comprobará que a la vez habrá tenido lugar, en 2, una interacción entre B y B´, con correspondencia biunívoca. 1 y 2 serán isomórficos en ese caso. El cerebro también logra un isomorfismo entre lo que ve y las imágenes que se reconstruyen en la mente.


Debido a esta analogía, y, aunque no tenga sentido, algunos autores han intuido una vinculación entre la mecánica cuántica y los fenómenos mentales, por varios motivos: por esa unicidad e individualidad de la conciencia, por la instantaneidad de la conciencia, por su carácter no local, etc. Lo del carácter no local tampoco tiene mucho sentido, porque la interacción entre neuronas, aunque se produzca a distancia entre ellas por la gran longitud de las neuritas, es local, en las sinapsis. En cuanto a la instantaneidad, no es más que una ilusión, por falta de resolución temporal a simple vista que da lugar a fenómenos como el “cuanto” de conciencia del que ya se ha hablado (la pérdida de resolución temporal que da lugar al carácter ilusorio de la percepción y por ende a la conciencia se debe a un cambio en la escala de percepción durante el proceso de percepción, como se verá más adelante en el capítulo sobre la formación del percepto).


Hay diversos puntos de vista sobre la posible vinculación entre la conciencia y la mecánica cuántica, unos más fundamentados y otros más especulativos y fantasiosos, propios, incluso, de la ciencia ficción (por no decir de la seudociencia) que ni se van a mencionar. Pastor-Gómez ha hecho una revisión del asunto en un artículo, Mecánica cuántica y cerebro, publicado en el año 2002, en la Revista de Neurología. Cairns-Smith, en su libro, Evolving the mind, escribió que hay personas que piensan que la conciencia es de hecho un efecto macrocuántico de algún tipo. Krasimira Kademova ha escrito que la percepción consciente se caracteriza por presentarse como un todo, conformado por las partes del sistema, que no sólo se comportan como un todo, sino que: “…son esencialmente un todo, como ocurre en el fenómeno físico de la condensación Bose-Einstein (un fenómeno macrocuántico, precisamente)”; no iba desencaminada, pero sería esencialmente una representación de un fenómeno de ese tipo en el terreno de la abstracción, no uno verdadero. Stephen Hawking, el que más se ha acercado al intuir el parecido entre la conciencia y los comportamientos cuánticos, ha afirmado que la conciencia podría ser un fenómeno de coherencia cuántica en el cerebro: probablemente no uno verdadero, pero sí la recreación abstracta de uno, su recreación mediante la interacción entre objetos mentales en el versátil terreno de la abstracción, para conformar un objeto mental con ese aspecto emergente, a simple vista, de objeto con aspecto de ser único de indivisible como resultado de la fusión de otros objetos, como en el ejemplo del objeto mental “bola roja”, simulando un fenómeno de coherencia cuántica en cierto modo, un entrelazamiento cuántico, en particular.


El entrelazamiento cuántico (“entanglement”) es un fenómeno de coherencia cuántica en la naturaleza, propio de la mecánica cuántica, por el que dos partículas, al ligarse o entrelazarse, constituyen una sola partícula a ciertos efectos, por extraño que suene desde el punto de vista de la mecánica clásica, o del sentido común acostumbrado.


El entrelazamiento cuántico es un fenómeno propio de la mecánica cuántica, mientras que la conciencia es una experiencia macroscópica, por lo que un entrelazamiento de objetos mentales, para dar lugar a un solo objeto, como “bola roja”, sólo sería una analogía sin sentido.


Para que dos partículas subatómicas, procedentes de un foco común coherente, se entrelacen han de ser de la misma especie, por ejemplo, fotones. Además, es necesaria una emisión coherente, una sincronización de fase, pero no es necesaria la sincronización de sus frecuencias. Un entrelazamiento, por ejemplo, el entrelazamiento entre dos fotones, consiste en una correlación no local entre ellos. Ésto quiere decir que se producirá independientemente de la distancia entre ellos. Si el entrelazamiento se produce estando a mucha distancia el uno del otro, la posible causa del entrelazamiento no podría actuar a la vez sobre ambos fotones en el momento de producirse, por éso se recurre al concepto de correlación una vez más en este caso también, al observarse una dependencia entre ambas partículas entrelazadas independientemente del principio de causalidad.


Las neuronas, conectadas entre sí, mediante sinapsis, no mantienen entre sí una correlación no local, su correlación es local. En un circuito de neuronas, A-B-C, A establece sinapsis con B, y B con C. La vinculación entre A y B se puede considerar una relación causa-efecto, La transmisión de un potencial de acción, de A a B, causará un efecto en B. En cambio, la vinculación entre A y C es de correlación. La correlación entre A y C, aunque sea a distancia, mayor cuanto más largas las neuritas, sigue siendo local, pues estarán conectadas a través de B. Entre neuronas la acción a distancia, pero local, se produce, básicamente, mediante neuritas (axones y dendritas), formación de circuitos, diasquisis (conectividad a distancia), sinapsis y transmisión de potenciales de acción. Hay axones de un metro de largo, pero, aun así, la acción seguirá siendo local. Se presenta esta dificultad: explicar la conciencia requiere explicar que las neuronas consigan recrear, en el terreno de la abstracción, una correlación no local mediante una correlación local, aunque sea de manera ilusoria, de tal manera que el yo consciente emerja como si fuese un estado entrelazado entre objetos mentales abstractos.


Entra en juego el concepto de estado producto, que consiste en un estado de superposición, es decir, una superposición de estados. Ésto requiere una explicación: la interferencia de ondas consiste en que dos ondas, dado un punto geométrico del medio por el que se transmiten, si inciden a la vez en dicho punto, suman sus efectos en dicho punto. La interferencia se basa en el principio de superposición (superposición de ondas), según el cual, el valor de la perturbación producido por dos ondas, al llegar a la vez a un punto, es el mismo valor que la suma del que producirían cada una de las ondas por separado: si una onda 1 en el agua coincide con una onda 2, se sumarán y formarán otra onda por superposición. Si una onda causada por una piedra, que cae en un charco, mueve hacia arriba a una hoja de árbol que está flotando en el charco, al generar una ola, altura que será la amplitud de la onda en el punto en el que golpee a la hoja, es decir, la altura que alcanzará la hoja a partir del nivel de reposo, y si una segunda onda, provocada por una segunda piedra, llega a la vez que la primera a la hoja, porque las dos piedras han caído a la vez en el charco, ese “a la vez” será análogo a decir que se trata de un foco coherente. Para que se produzca una interferencia entre ondas, las ondas deben ser coherentes, emitidas a la vez, las piedras deben caer aproximadamente a la vez en el charco, dentro de un margen de error aceptable (si una piedra cae el lunes y la otra el martes, la perturbación en el agua que produzca cada una no podrá alcanzar a la vez a la hoja). Para que se produzca un entrelazamiento cuántico, un estado cuántico coherente, los focos de emisión de los fotones deben ser coherentes también, y también para que haya una sincronización de fase la emisión debe ser coherente, pero no hace falta que haya sincronización de frecuencias.


Las ondas se suman o superponen al interferirse. Ambas ondas del charco estarán en un estado de superposición, o sea, una superposición de estados, desde el punto de vista de la hoja que flota sobre el agua, cuando las dos olas la muevan juntas a la vez hacia arriba. Para la hoja no habrá diferencia entre una ola y la otra, si la mueven juntas hacia arriba, estarán superpuestas desde el punto de vista de la hoja, en el sentido de que serán para ella un ente único, una sola altura final, no dos alturas, de modo análogo a “bola roja”, que desde el punto de vista del yo consciente será un objeto mental, no dos, pues forma y color no se podrán percibir por separado.


En el vacío no hay agua formando charcos, de modo que cuesta visualizar un estado de superposición entre fotones. Supóngase que la hoja pudiese ver y que el agua en la que flota fuese invisible para la hoja, como lo es el vacío para las personas: en este caso la hoja se encontraría ascendiendo a una altura en el espacio, en un momento dado, sin saber cómo, pues estaría, según ella, flotando en el vacío, al no ser capaz de ver el agua. Únicamente podría concluir, la hoja, que sube hasta una altura, pero no por el empuje del agua, que para ella sería invisible en este supuesto, sino por encontrarse, por decirlo de algún otro modo que tuviese sentido en estas circunstancias, en un estado, un estado de superposición en este caso, al sumarse más de una onda.


En el ejemplo del charco, para producirse la interferencia de las ondas provocadas por las dos piedras que caen en el charco, al superponerse, deben ser emitidas a la vez mediante una emisión coherente de sus olas. Si una piedra cae en el charco el lunes y la otra el martes, no podrán interferirse sus ondas bajo la hoja, no dará tiempo, porque las ondas no permanecerán tanto tiempo en el charco: cuando se produzca la segunda el martes, la primera, del lunes, habrá desaparecido. Por tanto, para la interferencia (y para la sincronización de fase) es necesario un foco coherente de las perturbaciones del medio que se van a sumar en un punto de ese medio (un punto del espacio en el caso de las ondas en el agua y un punto en el tiempo en el caso de las neuronas de las redes compatibles en corteza de asociación que codifican la forma y el color de esa bola de billar roja a punto de ser percibida).


Para su interferencia, para coincidir bajo la hoja, no es necesario que las dos ondas causadas por las piedras estén sincronizadas por sus frecuencias, que su frecuencia sea idéntica, por ejemplo, no es necesario que las dos piedras tengan el mismo diámetro, sólo es necesario que los focos sean coherentes, que sea cual sea su frecuencia respectiva, caigan en el charco a la vez y así alcancen a la vez a la hoja, porque de lo contrario no podrán superponerse, sumarse bajo la hoja, dicho de otro modo, es necesario que estén en sincronización de fase.


Aczel cuenta en su libro, Entrelazamiento, que la superposición consiste en la interferencia de una partícula consigo misma, y que el entrelazamiento consiste en la interferencia de un sistema consigo mismo, un estado cuántico coherente. Ésto no es fácil de entender a la primera. Quizá se esté refiriendo a algo como lo que sigue, al definir así la superposición: las partículas son una contraintuitiva dualidad onda-corpúsculo; a la hoja de árbol, que flota en el charco, se la ha considerado aquí un cuerpo idealizado, una partícula, si se acepta que antes se había idealizado el suceso acaecido a la hoja, y se había imaginado que la onda de agua la empujaba por debajo en un punto adimensional sin rotación, o sea, transformando mentalmente a la hoja, en la imaginación, en una partícula. Si a la hoja se la considera también una onda, o dicho de otro modo, si su comportamiento, su cambio de estado (sus ascensos y descensos), se identifica con el comportamiento de la onda del agua en ese punto en el que coinciden la onda y la hoja, entonces, el movimiento de la hoja sería lo mismo que el movimiento del agua, el estado X de la hoja (su altura) sería lo mismo que la altura X del agua en un momento dado. Por lo mismo, el estado Y de la hoja sería la altura Y del agua en otro momento dado, y el estado producto X+Y de la hoja sería una superposición del estado X e Y del agua en ese punto en un mismo instante de otro momento dado, o, lo que es lo mismo, una suma del agua consigo misma, no de dos ondas bajo la hoja, sino, dicho de otro modo, pero diciendo lo mismo, una suma de una hoja consigo misma atendiendo a su estado, pues es la misma agua, o la misma hoja, el mismo punto, indistintamente, desde este punto de vista, el de la observación de la hoja en función del estado en el que se encuentre, la que sube ese X+Y con el que se identifican ambas, o, desde el punto de vista de la hoja, sería una interferencia de la partícula consigo misma, que es lo que se entiende que viene a querer decir Aczel sobre la superposición.


Entra en juego el concepto de superposición de estados producto y entrelazamiento, que también requiere una explicación. El entrelazamiento cuántico consiste, por decirlo así, en la interferencia de varias hojas que están formando un sistema de hojas, de modo que, aunque no llegue a producirse una interacción entre las hojas, sí que se correlacionan, al estar sobre una misma onda (en un mismo estado), de modo que, suben y bajan a la vez si están en el mismo estado del charco (que se identifica con el estado de la hoja, para esos efectos). En tal caso, entre las hojas habría una correlación, y, si dicha correlación consiste en la interferencia de un sistema consigo mismo, habrá un entrelazamiento, una correlación entre las hojas, por superposición de los estados, no de las hojas.


Estos comportamientos contraintuitivos, relacionados con el fenómeno del entrelazamiento, predichos matemáticamente por Einstein, Podolsky y Rosen, por absurdos que parezcan, han sido comprobados experimentalmente como ciertos, varias veces. Por ejemplo: en el artículo de Molina, titulado: Experimento en el Danubio, fotones entrelazados, publicado en Investigación y ciencia, en el año 2004, se relata alguno de ellos.


Dada una partícula de un sistema en un estado X, o en un estado Y incompatible con el estado X, incompatible de tal modo que si al estar la partícula en X la probabilidad de observarla en Y sea nula, entonces, si se produce la superposición de X e Y, constituyendo un estado producto X+Y, al observar ahora a la partícula se la encontrará en X e Y con una probabilidad no nula, incluso a pesar de ser X e Y incompatibles antes de estar superpuestos. Cuando X e Y no estén superpuestos, la hoja de árbol que flota en el charco estará en X o en Y, pero, cuando estén superpuestos, la hoja estará en X y en Y, en X+Y, el estado producto de X e Y (un fotón puede estar “sentado en dos sillas” a la vez). Como una hoja en un charco no es un objeto cuántico, la probabilidad de estar en X e Y, cuando se la detecta en el estado X+Y, es del 100%, pero con las partículas elementales incomprensiblemente la cosa no es así: si se hacen mediciones sucesivas de una partícula en el estado X+Y, no se la encontrará en el estado X, o Y, sino en X+Y, pero no con una probabilidad del 100%, sino de acuerdo con su propio reparto de probabilidades, un tanto por ciento para X y otro tanto para Y. Ésto parece absurdo, pero no lo es, son hechos propios de la contraintutiva e inexplicable mecánica cuántica. De todos modos, aunque sea incomprensible, hay una consecuencia interesante: tras la superposición de X e Y, la probabilidad de encontrar la partícula en un estado que no sea X+Y, ya esté en el estado X, o en el estado Y, será nula. Lo interesante es que esta probabilidad sea ahora nula. Ésto quiere decir que si se diseña un experimento para detectar partículas en el estado X, también será posible encontrarlas en el estado Y con un experimento para Y, pero no en otro estado, aunque se diseñen experimentos para detectar otros estados. Del mismo modo, si X no está superpuesto con Y, al diseñar un experimento para detectarla en X, si se la detecta en el estado X, la probabilidad de encontrarla en Y será nula. Las partículas estarán por tanto confinadas en el estado entrelazado, de modo análogo al yo consciente, confinado en el estado de percepción consciente macroscópica.


Ferrero aclara en su artículo publicado en Investigación y ciencia: Información cuántica. Estado de la cuestión (octubre del 2003), que un estado entrelazado es un estado cuántico coherente, con interferencia de un sistema consigo mismo. Según explica Aczel, en su libro, Entrelazamiento, para que se produzca un entrelazamiento, entre los elementos de un sistema cuántico, ha de darse en el sistema una superposición de estados producto. Aczel explica que, dado un sistema cuántico compuesto, que sería un sistema constituido por 2 partículas como mínimo, o más, en él podría haber un estado producto X+Y, y otro estado producto Z+W, de modo que si se produce el primer estado producto, y se detecta la partícula 1 en X, la partícula 2 estará en Y, y, si se produce el segundo estado producto y se detecta la partícula 1 en Z, la partícula 2 estará en W. En caso de producirse una superposición de estados producto, por ejemplo: (X+Y)+(Z+W), este nuevo estado producto sería ya un estado entrelazado, de acuerdo con esta definición del entrelazamiento. El estado entrelazado implicaría el entrelazamiento de las dos partículas, que entonces estarían entrelazadas, quedaría establecida entre ellas una correlación no local, lo cual tendría como significado práctico el caso siguiente como ejemplo, siguiendo la explicación de Aczel: en caso de detectarse una partícula en el estado X, la otra sólo podría detectarse en Y, aun siendo efectiva la superposición de estados producto, y si la partícula 1 se encontrase en el estado Z, la 2 sólo se podría detectar en el estado W. Es una situación extraña, porque intuitivamente uno tendería a suponer que durante la superposición de estados producto si la partícula 1 estuviese en X la otra lógicamente podría estar, por ejemplo, en Y o W, pero parece ser que no ocurre así en la práctica, de hecho, a escala cuántica, sino que quedan verdaderamente entrelazadas de este modo descrito, en el caso de producirse un estado cuántico coherente. Las dos partículas quedan entrelazadas mediante una superposición de estados producto del sistema. Las dos partículas quedan vinculadas mediante una correlación no local entre ellas, es decir, ocurre del mismo modo aunque estén tan separadas entre sí como para que no haya necesidad, ni posibilidad, de demostrar un vínculo causal entre ellas capaz de explicar dicho entrelazamiento.


El que la partícula 2 no pueda estar en W cuando la primera está en X, sino sólo en Y, es una forma de decir que la partícula 1 y 2 son ahora una sola partícula al efecto de comprobar el estado (X+Y+Z+W) Por éso se dice que un entrelazamiento entre dos partículas hace que se comporten como si fueran una sola a ciertos efectos, al efecto de su detección en un estado cuántico coherente, de modo análogo a lo que ocurre durante la percepción de una bola roja, durante la que dos objetos, forma y color, se comportarán como un solo objeto a ciertos efectos, al efecto de detectarlas en el estado “bola roja”, un estado que es una fusión, o entrelazamiento, de forma y color.


Si dos fotones se encuentran cada uno en un extremo del universo, y se diseña un experimento para detectar el primero en X, se tiene la garantía, en caso de detectar al otro, con dicho experimento, en otro punto el universo, de encontrarlo en Y, no en W, sin necesidad de comunicación entre ambos, por el simple hecho de estar entrelazados, dando la impresión de haberse comunicado entre ellos, a velocidad mayor que la de la luz, de un punto a otro del universo. No lo habrán hecho. La trampa estriba en que el experimento sólo detecta X, y por tanto sólo detecta Y, y no W. No habrá habido comunicación instantánea, así que lo misterioso no es la transmisión de información instantánea, la teleportación, ya que no se produce, aunque en la práctica, a ciertos efectos, ocurre como si se produjera, dentro de un margen de error aceptable. Lo misterioso es que la superposición de estados producto sea cierta, por lo dicho antes: porque el medio es el vacío.


Es difícil visualizar que esta correlación sea no local, porque no se puede visualizar, por una sencilla razón: es inimaginable a simple vista. Ésto ya no se puede visualizar con el ejemplo de la hoja, es demasiado contraintuitivo, así que hay que tomarlo al pie de la letra, porque parece ser que es lo que se ha comprobado que ocurre, por ejemplo, con fotones entrelazados. Hay que intentar asumirlo tal como se ha contado que ocurre: si se suman X+Y+Z+W, o en el caso de las hojas, si la primera hoja está en X, la segunda hoja se verá en Y, y si la hoja primera está en Z, la hoja segunda se verá en W. Parece ilógico, ya que X, Y, Z y W están todos juntos, por éso resulta contraintuitivo el entrelazamiento, pues sería algo así como si X e Y estuviesen unidos por un hilo extra a las hojas 1 y 2 por su lado, y Z y W por el suyo, y no habría tal hilo en el charco uniendo olas. No hay una explicación para el hecho, sólo su descripción, tal como se ha comprobado experimentalmente que ocurre. Únicamente queda, por el momento, la aceptación del entrelazamiento como un comportamiento así de extraño, aunque, obviamente, natural, propio de la mecánica cuántica y que, por muy contraintuitivo e incomprensible que resulte ahora mismo, forma parte de la naturaleza esencial de la realidad. Lo importante es quedarse con la idea de la “probabilidad nula” y con la idea de que, a ciertos efectos, ahora las dos partículas entrelazadas van a ser detectables como una sola, por las similitudes con lo que ocurre en el cerebro durante la emergencia de la conciencia, durante la recreación objetiva del yo consciente en el terreno de la abstracción durante el proceso de percepción, ya que el yo consciente se caracteriza también por ser uno solo y por ser nula la probabilidad de no estar confinado en su escala de percepción.


Para recrear una superposición de estados en el terreno de la abstracción, el cerebro no haría como las ondas en el agua, no se sumaría una onda con otra sobre una misma masa de agua para cambiar la amplitud de la ola, sino que cada conjunto neural permanecería en su sitio, como redes paralelas, sus potenciales de acción individuales no tendrían mayores amplitudes al sumarse mediante una sincronización de fase. No necesitarán constituir un potencial de acción compuesto como los que se registran cada día miles de veces con fines diagnósticos en las unidades hospitalarias de neurofisiología clínica. La base neural de la superposición de los objetos mentales, forma redonda y color rojo, se fundamentaría sólo en la coherencia de las descargas de las redes que codifican forma y color, pues con el cambio de escala, por la pérdida de resolución, el conjunto ya emergería con el aspecto de una superposición, sin necesidad de generar un potencial compuesto, es decir, la conciencia no está hecha de potenciales de acción, de electricidad y campos eléctricos, sino de información, e información que se verifica de manera patente como tal, con la forma configurada por los elementos del sistema mediante el proceso de codificación. Al tener la información mental carácter abstracto y emerger la conciencia con una pérdida de resolución, se da lugar a una convincente ilusión del fenómeno del yo consciente a simple vista, forma y color emergen como una sola cosa, “bola roja”. Este seudoentrelazamiento sería una recreación, en el terreno de la abstracción, en un sistema no lineal, del comportamiento de un sistema lineal, que es lo que se suponía que tenía que estar ocurriendo, de algún modo, en el cerebro, para que tuviese sentido la emergencia de la conciencia.


¿Sería posible que las neuronas correlativas con la conciencia codificasen un objeto mental que recrease información con el significado a simple vista de un entrelazamiento cuántico en el terreno de la abstracción, de tal modo que el yo consciente emergiese, a simple vista, con el aspecto de un estado ligado, un objeto mental hecho con varios objetos pero con el aspecto de ser uno solo, e individual, del mismo modo que las ondas en el agua se parecen a las ondas de luz, o las ramificaciones de las dendritas a las ramificaciones de un árbol, por una repetición de estructuras a diferentes escalas, algo propio de sistemas caóticos suficientemente complejos?


Entra en juego el concepto de la probabilidad nula: supóngase que una partícula 1, u objeto mental 1, está en el estado “forma redonda”, es decir, que “forma redonda” sea un objeto mental. Si se está pensando objetivamente en “forma redonda”, si éste es el objeto del pensamiento, si ése es el significado específico de la información codificada en red en ese conjunto neural en ese momento, entonces el objeto mental, “forma redonda”, sería también el estado mental “forma redonda”, de modo análogo a lo que ocurría con la hoja del charco: la hoja se identificaba con el estado del agua bajo ella. Supóngase una partícula 2, u objeto mental 2, en el estado “color rojo”. Supóngase el estado producto “forma+color” o “bola roja”. Si el objeto mental, “bola roja”, tiene efecto con la propiedad de la conciencia, la probabilidad de encontrar a las partículas, 1 y 2, fuera del estado “bola roja”, será nula, porque la información verificada en ese conjunto neural, “bola roja”, tendrá ese significado, y no otro significado, pues ésa será la única información posible para esa red en ese momento, al ser la actividad neural específica e ir la información codificada (y también porque se conservaría la heterogeneidad de forma respecto de color al codificarse “bola roja”, al correlacionarse las redes respectivas mediante sincronización de fase de sus señales simples). Curiosamente, que sea nula esa probabilidad de encontrar a “forma redonda” y “color rojo” en un estado distinto a “bola roja” presenta similitud con lo que ocurría en un estado cuántico entrelazado: el estado “bola roja” es análogo a un entrelazamiento cuántico desde este punto de vista del requisito de la probabilidad nula, por éso esta deducción es lógica y tiene sentido.

EXPLICACIÓN DE LA CONCIENCIA

  29. EXPLICACIÓN DE LA CONCIENCIA La conciencia, o “yo consciente”, se podría definir como la percepción con unicidad e individualid...