24.
MECÁNICA CUÁNTICA Y CEREBRO
La
mecánica cuántica formula las interacciones entre partículas
elementales, una mecánica propia, distinta a la mecánica clásica,
que formula las interacciones entre cuerpos macroscópicos. Los
fenómenos cuánticos se producen en la escala más pequeña conocida
de la realidad, así que son inexplicables, al no tener las
partículas elementales partes menores que las compongan. Ynduráin
escribió en su libro, Electrones,
neutrinos y quarks:
“¿Qué causa la emisión y/o absorción de partículas? ¿Qué
mecanismo está detrás (de éste y de otro tipo de procesos
similares propios de la mecánica cuántica)…? … La respuesta es:
ninguno… tenemos que considerar tales procesos como irreducibles a
otros”. En palabras de Freeman Dyson: “… (tras dominar el
lenguaje formal de la mecánica cuántica, hay que) reconocer que
nada hay que entender”. Sólo cabe la mera descripción de
fenómenos, que, no sólo son contraintuitivos, sino que se reducen a
sí mismos, carecen de mecanismo interno o de partes menores.
Un
cuerpo macroscópico, como pueda ser una persona, puede estar sentada
en la silla A o en la silla B, en el instante X, pero no en las dos
sillas a la vez. En cambio, ciertas partículas elementales, por
ejemplo, un fotón, sí que pueden estar en dos estados cuánticos a
la vez. Esta rareza, y otras, no se pueden comprender a simple vista,
porque son inconcebibles. Se van conociendo y aceptando a partir de
los hallazgos experimentales y su laboriosa formulación matemática
por los especialistas en la materia.
Algunos
de los fenómenos propios de la mecánica cuántica son observables a
simple vista. Son los fenómenos macrocuánticos. Si todas las
partículas de un sistema están en un mismo estado cuántico, harán
todas lo mismo. Éso, a simple vista, en una masa de partículas
suficientemente grande, se detectará por alguna peculiaridad, como
que un líquido fluya por encima del borde de su contenedor en vez de
quedarse en el fondo. Por ejemplo: la superfluidez del helio común
líquido, a 2,17 K, es un fenómeno macrocuántico, explicable
porque, a esa temperatura, muchos átomos de helio coincidirán en un
mismo estado y entonces el helio tenderá a comportarse como un solo
objeto a ciertos efectos, en vez de como muchos átomos, lo cual se
podrá apreciar, a simple vista, por esa propiedad bautizada con el
nombre de “superfluidez”, que describe el aspecto emergente a
simple vista del fenómeno.
La
conciencia no deja de ser algo así como que parte de la compleja
información de la mente asuma un mismo estado, por ejemplo, que al
percibir una bola roja, la información sensorial sobre su forma, el
objeto mental “redonda”, y sobre su color, el objeto mental
“rojo”, se integren en un solo objeto mental y asuman un mismo
estado, el estado “percepción de un solo objeto mental, el objeto
bola roja”, lo cual recuerda a un estado macrocuántico, ya que es
un estado reconocible a simple vista como un solo objeto mental, a
ciertos efectos, cuando está claro que está formado por partes que
son dos objetos mentales: la forma redonda de la bola es
objetivamente una cosa y el color rojo de la bola es objetivamente
otra cosa. Es fácil encontrar una analogía entre lo que la mente
hace en el terreno de la abstracción y lo que las partículas
elementales hacen de acuerdo con la mecánica cuántica. En este caso
se trata de una analogía sin sentido, porque las neuronas, que
constituyen la unidad funcional del sistema nervioso, son estructuras
biológicas, no partículas elementales, de modo que no se puede
producir un verdadero estado macrocuántico mediante una interacción
entre neuronas, ni entre redes neurales y menos aun entre objetos
mentales. De todos modos, las similitudes están ahí, como en cada
caso en el que se aprecia la repetición de estructuras en diferentes
escalas en los sistemas suficientemente complejos.
Bertalanffy
trató el asunto de los isomorfismos en la naturaleza en su Teoría
general de sistemas,
donde previno contra la confusión frecuente entre los isomorfismos y
las “analogías sin sentido”.
La
representación de una bola de billar roja en la pantalla de un
ordenador es una imagen isomórfica, con la misma forma que una bola
roja. El isomorfismo, en su definición matemática, consiste en la
correspondencia biunívoca entre dos conjuntos de cosas. Dados dos
conjuntos, 1 y 2, que entre sus elementos se establezca una
correspondencia biunívoca quiere decir que a un elemento A del
conjunto 1 le corresponderá el elemento B del conjunto 2 y no otro.
Habrá un isomorfismo, entre 1 y 2, si al evolucionar 1, por ejemplo,
si en 1 tiene lugar una interacción entre A y A´, entonces al
observar 2 se comprobará que a la vez habrá tenido lugar, en 2, una
interacción entre B y B´, con correspondencia biunívoca. 1 y 2
serán isomórficos en ese caso. El cerebro también logra un
isomorfismo entre lo que ve y las imágenes que se reconstruyen en la
mente.
Debido
a esta analogía, y, aunque no tenga sentido, algunos autores han
intuido una vinculación entre la mecánica cuántica y los fenómenos
mentales, por varios motivos: por esa unicidad e individualidad de la
conciencia, por la instantaneidad de la conciencia, por su carácter
no local, etc. Lo del carácter no local tampoco tiene mucho sentido,
porque la interacción entre neuronas, aunque se produzca a distancia
entre ellas por la gran longitud de las neuritas, es local, en las
sinapsis. En cuanto a la instantaneidad, no es más que una ilusión,
por falta de resolución temporal a simple vista que da lugar a
fenómenos como el “cuanto” de conciencia del que ya se ha
hablado (la pérdida de resolución temporal que da lugar al carácter
ilusorio de la percepción y por ende a la conciencia se debe a un
cambio en la escala de percepción durante el proceso de percepción,
como se verá más adelante en el capítulo sobre la formación del
percepto).
Hay
diversos puntos de vista sobre la posible vinculación entre la
conciencia y la mecánica cuántica, unos más fundamentados y otros
más especulativos y fantasiosos, propios, incluso, de la ciencia
ficción (por no decir de la seudociencia) que ni se van a mencionar.
Pastor-Gómez ha hecho una revisión del asunto en un artículo,
Mecánica
cuántica y cerebro,
publicado en el año 2002, en la Revista
de Neurología. Cairns-Smith,
en su libro, Evolving
the mind,
escribió que hay personas que piensan que la conciencia es de hecho
un efecto macrocuántico de algún tipo. Krasimira Kademova ha
escrito que la percepción consciente se caracteriza por presentarse
como un todo, conformado por las partes del sistema, que no sólo se
comportan como un todo, sino que: “…son esencialmente un todo,
como ocurre en el fenómeno físico de la condensación Bose-Einstein
(un fenómeno macrocuántico, precisamente)”; no iba desencaminada,
pero sería esencialmente una representación de un fenómeno de ese
tipo en el terreno de la abstracción, no uno verdadero. Stephen
Hawking, el que más se ha acercado al intuir el parecido entre la
conciencia y los comportamientos cuánticos, ha afirmado que la
conciencia podría ser un fenómeno de coherencia cuántica en el
cerebro: probablemente no uno verdadero, pero sí la recreación
abstracta de uno, su recreación mediante la interacción entre
objetos mentales en el versátil terreno de la abstracción, para
conformar un objeto mental con ese aspecto emergente, a simple vista,
de objeto con aspecto de ser único de indivisible como resultado de
la fusión de otros objetos, como en el ejemplo del objeto mental
“bola roja”, simulando un fenómeno de coherencia cuántica en
cierto modo, un entrelazamiento cuántico, en particular.
El
entrelazamiento cuántico (“entanglement”) es un fenómeno de
coherencia cuántica en la naturaleza, propio de la mecánica
cuántica, por el que dos partículas, al ligarse o entrelazarse,
constituyen una sola partícula a ciertos efectos, por extraño que
suene desde el punto de vista de la mecánica clásica, o del sentido
común acostumbrado.
El
entrelazamiento cuántico es un fenómeno propio de la mecánica
cuántica, mientras que la conciencia es una experiencia
macroscópica, por lo que un entrelazamiento de objetos mentales,
para dar lugar a un solo objeto, como “bola roja”, sólo sería
una analogía sin sentido.
Para
que dos partículas subatómicas, procedentes de un foco común
coherente, se entrelacen han de ser de la misma especie, por ejemplo,
fotones. Además, es necesaria una emisión coherente, una
sincronización de fase, pero no es necesaria la sincronización de
sus frecuencias. Un entrelazamiento, por ejemplo, el entrelazamiento
entre dos fotones, consiste en una correlación no local entre ellos.
Ésto quiere decir que se producirá independientemente de la
distancia entre ellos. Si el entrelazamiento se produce estando a
mucha distancia el uno del otro, la posible causa del entrelazamiento
no podría actuar a la vez sobre ambos fotones en el momento de
producirse, por éso se recurre al concepto de correlación una vez
más en este caso también, al observarse una dependencia entre ambas
partículas entrelazadas independientemente del principio de
causalidad.
Las
neuronas, conectadas entre sí, mediante sinapsis, no mantienen entre
sí una correlación no local, su correlación es local. En un
circuito de neuronas, A-B-C, A establece sinapsis con B, y B con C.
La vinculación entre A y B se puede considerar una relación
causa-efecto, La transmisión de un potencial de acción, de A a B,
causará un efecto en B. En cambio, la vinculación entre A y C es de
correlación. La correlación entre A y C, aunque sea a distancia,
mayor cuanto más largas las neuritas, sigue siendo local, pues
estarán conectadas a través de B. Entre neuronas la acción a
distancia, pero local, se produce, básicamente, mediante neuritas
(axones y dendritas), formación de circuitos, diasquisis
(conectividad a distancia), sinapsis y transmisión de potenciales de
acción. Hay axones de un metro de largo, pero, aun así, la acción
seguirá siendo local. Se presenta esta dificultad: explicar la
conciencia requiere explicar que las neuronas consigan recrear, en el
terreno de la abstracción, una correlación no local mediante una
correlación local, aunque sea de manera ilusoria, de tal manera que
el yo consciente emerja como si fuese un estado entrelazado entre
objetos mentales abstractos.
Entra
en juego el concepto de estado producto, que consiste en un estado de
superposición, es decir, una superposición de estados. Ésto
requiere una explicación: la interferencia de ondas consiste en que
dos ondas, dado un punto geométrico del medio por el que se
transmiten, si inciden a la vez en dicho punto, suman sus efectos en
dicho punto. La interferencia se basa en el principio de
superposición (superposición de ondas), según el cual, el valor de
la perturbación producido por dos ondas, al llegar a la vez a un
punto, es el mismo valor que la suma del que producirían cada una de
las ondas por separado: si una onda 1 en el agua coincide con una
onda 2, se sumarán y formarán otra onda por superposición. Si una
onda causada por una piedra, que cae en un charco, mueve hacia arriba
a una hoja de árbol que está flotando en el charco, al generar una
ola, altura que será la amplitud de la onda en el punto en el que
golpee a la hoja, es decir, la altura que alcanzará la hoja a partir
del nivel de reposo, y si una segunda onda, provocada por una segunda
piedra, llega a la vez que la primera a la hoja, porque las dos
piedras han caído a la vez en el charco, ese “a la vez” será
análogo a decir que se trata de un foco coherente. Para que se
produzca una interferencia entre ondas, las ondas deben ser
coherentes, emitidas a la vez, las piedras deben caer aproximadamente
a la vez en el charco, dentro de un margen de error aceptable (si una
piedra cae el lunes y la otra el martes, la perturbación en el agua
que produzca cada una no podrá alcanzar a la vez a la hoja). Para
que se produzca un entrelazamiento cuántico, un estado cuántico
coherente, los focos de emisión de los fotones deben ser coherentes
también, y también para que haya una sincronización de fase la
emisión debe ser coherente, pero no hace falta que haya
sincronización de frecuencias.
Las
ondas se suman o superponen al interferirse. Ambas ondas del charco
estarán en un estado de superposición, o sea, una superposición de
estados, desde el punto de vista de la hoja que flota sobre el agua,
cuando las dos olas la muevan juntas a la vez hacia arriba. Para la
hoja no habrá diferencia entre una ola y la otra, si la mueven
juntas hacia arriba, estarán superpuestas desde el punto de vista de
la hoja, en el sentido de que serán para ella un ente único, una
sola altura final, no dos alturas, de modo análogo a “bola roja”,
que desde el punto de vista del yo consciente será un objeto mental,
no dos, pues forma y color no se podrán percibir por separado.
En
el vacío no hay agua formando charcos, de modo que cuesta visualizar
un estado de superposición entre fotones. Supóngase que la hoja
pudiese ver y que el agua en la que flota fuese invisible para la
hoja, como lo es el vacío para las personas: en este caso la hoja se
encontraría ascendiendo a una altura en el espacio, en un momento
dado, sin saber cómo, pues estaría, según ella, flotando en el
vacío, al no ser capaz de ver el agua. Únicamente podría concluir,
la hoja, que sube hasta una altura, pero no por el empuje del agua,
que para ella sería invisible en este supuesto, sino por
encontrarse, por decirlo de algún otro modo que tuviese sentido en
estas circunstancias, en un estado, un estado de superposición en
este caso, al sumarse más de una onda.
En
el ejemplo del charco, para producirse la interferencia de las ondas
provocadas por las dos piedras que caen en el charco, al
superponerse, deben ser emitidas a la vez mediante una emisión
coherente de sus olas. Si una piedra cae en el charco el lunes y la
otra el martes, no podrán interferirse sus ondas bajo la hoja, no
dará tiempo, porque las ondas no permanecerán tanto tiempo en el
charco: cuando se produzca la segunda el martes, la primera, del
lunes, habrá desaparecido. Por tanto, para la interferencia (y para
la sincronización de fase) es necesario un foco coherente de las
perturbaciones del medio que se van a sumar en un punto de ese medio
(un punto del espacio en el caso de las ondas en el agua y un punto
en el tiempo en el caso de las neuronas de las redes compatibles en
corteza de asociación que codifican la forma y el color de esa bola
de billar roja a punto de ser percibida).
Para
su interferencia, para coincidir bajo la hoja, no es necesario que
las dos ondas causadas por las piedras estén sincronizadas por sus
frecuencias, que su frecuencia sea idéntica, por ejemplo, no es
necesario que las dos piedras tengan el mismo diámetro, sólo es
necesario que los focos sean coherentes, que sea cual sea su
frecuencia respectiva, caigan en el charco a la vez y así alcancen a
la vez a la hoja, porque de lo contrario no podrán superponerse,
sumarse bajo la hoja, dicho de otro modo, es necesario que estén en
sincronización de fase.
Aczel
cuenta en su libro, Entrelazamiento,
que la superposición consiste en la interferencia de una partícula
consigo misma, y que el entrelazamiento consiste en la interferencia
de un sistema consigo mismo, un estado cuántico coherente. Ésto no
es fácil de entender a la primera. Quizá se esté refiriendo a algo
como lo que sigue, al definir así la superposición: las partículas
son una contraintuitiva dualidad onda-corpúsculo; a la hoja de
árbol, que flota en el charco, se la ha considerado aquí un cuerpo
idealizado, una partícula, si se acepta que antes se había
idealizado el suceso acaecido a la hoja, y se había imaginado que la
onda de agua la empujaba por debajo en un punto adimensional sin
rotación, o sea, transformando mentalmente a la hoja, en la
imaginación, en una partícula. Si a la hoja se la considera también
una onda, o dicho de otro modo, si su comportamiento, su cambio de
estado (sus ascensos y descensos), se identifica con el
comportamiento de la onda del agua en ese punto en el que coinciden
la onda y la hoja, entonces, el movimiento de la hoja sería lo mismo
que el movimiento del agua, el estado X de la hoja (su altura) sería
lo mismo que la altura X del agua en un momento dado. Por lo mismo,
el estado Y de la hoja sería la altura Y del agua en otro momento
dado, y el estado producto X+Y de la hoja sería una superposición
del estado X e Y del agua en ese punto en un mismo instante de otro
momento dado, o, lo que es lo mismo, una suma del agua consigo misma,
no de dos ondas bajo la hoja, sino, dicho de otro modo, pero diciendo
lo mismo, una suma de una hoja consigo misma atendiendo a su estado,
pues es la misma agua, o la misma hoja, el mismo punto,
indistintamente, desde este punto de vista, el de la observación de
la hoja en función del estado en el que se encuentre, la que sube
ese X+Y con el que se identifican ambas, o, desde el punto de vista
de la hoja, sería una interferencia de la partícula consigo misma,
que es lo que se entiende que viene a querer decir Aczel sobre la
superposición.
Entra
en juego el concepto de superposición de estados producto y
entrelazamiento, que también requiere una explicación. El
entrelazamiento cuántico consiste, por decirlo así, en la
interferencia de varias hojas que están formando un sistema de
hojas, de modo que, aunque no llegue a producirse una interacción
entre las hojas, sí que se correlacionan, al estar sobre una misma
onda (en un mismo estado), de modo que, suben y bajan a la vez si
están en el mismo estado del charco (que se identifica con el estado
de la hoja, para esos efectos). En tal caso, entre las hojas habría
una correlación, y, si dicha correlación consiste en la
interferencia de un sistema consigo mismo, habrá un entrelazamiento,
una correlación entre las hojas, por superposición de los estados,
no de las hojas.
Estos
comportamientos contraintuitivos, relacionados con el fenómeno del
entrelazamiento, predichos matemáticamente por Einstein, Podolsky y
Rosen, por absurdos que parezcan, han sido comprobados
experimentalmente como ciertos, varias veces. Por ejemplo: en el
artículo de Molina, titulado: Experimento
en el Danubio, fotones entrelazados,
publicado en Investigación
y ciencia,
en el año 2004, se relata alguno de ellos.
Dada
una partícula de un sistema en un estado X, o en un estado Y
incompatible con el estado X, incompatible de tal modo que si al
estar la partícula en X la probabilidad de observarla en Y sea nula,
entonces, si se produce la superposición de X e Y, constituyendo un
estado producto X+Y, al observar ahora a la partícula se la
encontrará en X e Y con una probabilidad no nula, incluso a pesar de
ser X e Y incompatibles antes de estar superpuestos. Cuando X e Y no
estén superpuestos, la hoja de árbol que flota en el charco estará
en X o en Y, pero, cuando estén superpuestos, la hoja estará en X y
en Y, en X+Y, el estado producto de X e Y (un fotón puede estar
“sentado en dos sillas” a la vez). Como una hoja en un charco no
es un objeto cuántico, la probabilidad de estar en X e Y, cuando se
la detecta en el estado X+Y, es del 100%, pero con las partículas
elementales incomprensiblemente la cosa no es así: si se hacen
mediciones sucesivas de una partícula en el estado X+Y, no se la
encontrará en el estado X, o Y, sino en X+Y, pero no con una
probabilidad del 100%, sino de acuerdo con su propio reparto de
probabilidades, un tanto por ciento para X y otro tanto para Y. Ésto
parece absurdo, pero no lo es, son hechos propios de la
contraintutiva e inexplicable mecánica cuántica. De todos modos,
aunque sea incomprensible, hay una consecuencia interesante: tras la
superposición de X e Y, la probabilidad de encontrar la partícula
en un estado que no sea X+Y, ya esté en el estado X, o en el estado
Y, será nula. Lo interesante es que esta probabilidad sea ahora
nula. Ésto quiere decir que si se diseña un experimento para
detectar partículas en el estado X, también será posible
encontrarlas en el estado Y con un experimento para Y, pero no en
otro estado, aunque se diseñen experimentos para detectar otros
estados. Del mismo modo, si X no está superpuesto con Y, al diseñar
un experimento para detectarla en X, si se la detecta en el estado X,
la probabilidad de encontrarla en Y será nula. Las partículas
estarán por tanto confinadas en el estado entrelazado, de modo
análogo al yo consciente, confinado en el estado de percepción
consciente macroscópica.
Ferrero
aclara en su artículo publicado en Investigación
y ciencia: Información cuántica. Estado de la cuestión (octubre
del 2003), que un estado entrelazado es un estado cuántico
coherente, con interferencia de un sistema consigo mismo. Según
explica Aczel, en su libro, Entrelazamiento,
para que se produzca un entrelazamiento, entre los elementos de un
sistema cuántico, ha de darse en el sistema una superposición de
estados producto. Aczel explica que, dado un sistema cuántico
compuesto, que sería un sistema constituido por 2 partículas como
mínimo, o más, en él podría haber un estado producto X+Y, y otro
estado producto Z+W, de modo que si se produce el primer estado
producto, y se detecta la partícula 1 en X, la partícula 2 estará
en Y, y, si se produce el segundo estado producto y se detecta la
partícula 1 en Z, la partícula 2 estará en W. En caso de
producirse una superposición de estados producto, por ejemplo:
(X+Y)+(Z+W), este nuevo estado producto sería ya un estado
entrelazado, de acuerdo con esta definición del entrelazamiento. El
estado entrelazado implicaría el entrelazamiento de las dos
partículas, que entonces estarían entrelazadas, quedaría
establecida entre ellas una correlación no local, lo cual tendría
como significado práctico el caso siguiente como ejemplo, siguiendo
la explicación de Aczel: en caso de detectarse una partícula en el
estado X, la otra sólo podría detectarse en Y, aun siendo efectiva
la superposición de estados producto, y si la partícula 1 se
encontrase en el estado Z, la 2 sólo se podría detectar en el
estado W. Es una situación extraña, porque intuitivamente uno
tendería a suponer que durante la superposición de estados producto
si la partícula 1 estuviese en X la otra lógicamente podría estar,
por ejemplo, en Y o W, pero parece ser que no ocurre así en la
práctica, de hecho, a escala cuántica, sino que quedan
verdaderamente entrelazadas de este modo descrito, en el caso de
producirse un estado cuántico coherente. Las dos partículas quedan
entrelazadas mediante una superposición de estados producto del
sistema. Las dos partículas quedan vinculadas mediante una
correlación no local entre ellas, es decir, ocurre del mismo modo
aunque estén tan separadas entre sí como para que no haya
necesidad, ni posibilidad, de demostrar un vínculo causal entre
ellas capaz de explicar dicho entrelazamiento.
El
que la partícula 2 no pueda estar en W cuando la primera está en X,
sino sólo en Y, es una forma de decir que la partícula 1 y 2 son
ahora una sola partícula al efecto de comprobar el estado (X+Y+Z+W)
Por éso se dice que un entrelazamiento entre dos partículas hace
que se comporten como si fueran una sola a ciertos efectos, al efecto
de su detección en un estado cuántico coherente, de modo análogo a
lo que ocurre durante la percepción de una bola roja, durante la que
dos objetos, forma y color, se comportarán como un solo objeto a
ciertos efectos, al efecto de detectarlas en el estado “bola roja”,
un estado que es una fusión, o entrelazamiento, de forma y color.
Si
dos fotones se encuentran cada uno en un extremo del universo, y se
diseña un experimento para detectar el primero en X, se tiene la
garantía, en caso de detectar al otro, con dicho experimento, en
otro punto el universo, de encontrarlo en Y, no en W, sin necesidad
de comunicación entre ambos, por el simple hecho de estar
entrelazados, dando la impresión de haberse comunicado entre ellos,
a velocidad mayor que la de la luz, de un punto a otro del universo.
No lo habrán hecho. La trampa estriba en que el experimento sólo
detecta X, y por tanto sólo detecta Y, y no W. No habrá habido
comunicación instantánea, así que lo misterioso no es la
transmisión de información instantánea, la teleportación, ya que
no se produce, aunque en la práctica, a ciertos efectos, ocurre como
si se produjera, dentro de un margen de error aceptable. Lo
misterioso es que la superposición de estados producto sea cierta,
por lo dicho antes: porque el medio es el vacío.
Es
difícil visualizar que esta correlación sea no local, porque no se
puede visualizar, por una sencilla razón: es inimaginable a simple
vista. Ésto ya no se puede visualizar con el ejemplo de la hoja, es
demasiado contraintuitivo, así que hay que tomarlo al pie de la
letra, porque parece ser que es lo que se ha comprobado que ocurre,
por ejemplo, con fotones entrelazados. Hay que intentar asumirlo tal
como se ha contado que ocurre: si se suman X+Y+Z+W, o en el caso de
las hojas, si la primera hoja está en X, la segunda hoja se verá en
Y, y si la hoja primera está en Z, la hoja segunda se verá en W.
Parece ilógico, ya que X, Y, Z y W están todos juntos, por éso
resulta contraintuitivo el entrelazamiento, pues sería algo así
como si X e Y estuviesen unidos por un hilo extra a las hojas 1 y 2
por su lado, y Z y W por el suyo, y no habría tal hilo en el charco
uniendo olas. No hay una explicación para el hecho, sólo su
descripción, tal como se ha comprobado experimentalmente que ocurre.
Únicamente queda, por el momento, la aceptación del entrelazamiento
como un comportamiento así de extraño, aunque, obviamente, natural,
propio de la mecánica cuántica y que, por muy contraintuitivo e
incomprensible que resulte ahora mismo, forma parte de la naturaleza
esencial de la realidad. Lo importante es quedarse con la idea de la
“probabilidad nula” y con la idea de que, a ciertos efectos,
ahora las dos partículas entrelazadas van a ser detectables como una
sola, por las similitudes con lo que ocurre en el cerebro durante la
emergencia de la conciencia, durante la recreación objetiva del yo
consciente en el terreno de la abstracción durante el proceso de
percepción, ya que el yo consciente se caracteriza también por ser
uno solo y por ser nula la probabilidad de no estar confinado en su
escala de percepción.
Para
recrear una superposición de estados en el terreno de la
abstracción, el cerebro no haría como las ondas en el agua, no se
sumaría una onda con otra sobre una misma masa de agua para cambiar
la amplitud de la ola, sino que cada conjunto neural permanecería en
su sitio, como redes paralelas, sus potenciales de acción
individuales no tendrían mayores amplitudes al sumarse mediante una
sincronización de fase. No necesitarán constituir un potencial de
acción compuesto como los que se registran cada día miles de veces
con fines diagnósticos en las unidades hospitalarias de
neurofisiología clínica. La base neural de la superposición de los
objetos mentales, forma redonda y color rojo, se fundamentaría sólo
en la coherencia de las descargas de las redes que codifican forma y
color, pues con el cambio de escala, por la pérdida de resolución,
el conjunto ya emergería con el aspecto de una superposición, sin
necesidad de generar un potencial compuesto, es decir, la conciencia
no está hecha de potenciales de acción, de electricidad y campos
eléctricos, sino de información, e información que se verifica de
manera patente como tal, con la forma configurada por los elementos
del sistema mediante el proceso de codificación. Al tener la
información mental carácter abstracto y emerger la conciencia con
una pérdida de resolución, se da lugar a una convincente ilusión
del fenómeno del yo consciente a simple vista, forma y color emergen
como una sola cosa, “bola roja”. Este seudoentrelazamiento sería
una recreación, en el terreno de la abstracción, en un sistema no
lineal, del comportamiento de un sistema lineal, que es lo que se
suponía que tenía que estar ocurriendo, de algún modo, en el
cerebro, para que tuviese sentido la emergencia de la conciencia.
¿Sería
posible que las neuronas correlativas con la conciencia codificasen
un objeto mental que recrease información con el significado a
simple vista de un entrelazamiento cuántico en el terreno de la
abstracción, de tal modo que el yo consciente emergiese, a simple
vista, con el aspecto de un estado ligado, un objeto mental hecho con
varios objetos pero con el aspecto de ser uno solo, e individual, del
mismo modo que las ondas en el agua se parecen a las ondas de luz, o
las ramificaciones de las dendritas a las ramificaciones de un árbol,
por una repetición de estructuras a diferentes escalas, algo propio
de sistemas caóticos suficientemente complejos?
Entra
en juego el concepto de la probabilidad nula: supóngase que una
partícula 1, u objeto mental 1, está en el estado “forma
redonda”, es decir, que “forma redonda” sea un objeto mental.
Si se está pensando objetivamente en “forma redonda”, si éste
es el objeto del pensamiento, si ése es el significado específico
de la información codificada en red en ese conjunto neural en ese
momento, entonces el objeto mental, “forma redonda”, sería
también el estado mental “forma redonda”, de modo análogo a lo
que ocurría con la hoja del charco: la hoja se identificaba con el
estado del agua bajo ella. Supóngase una partícula 2, u objeto
mental 2, en el estado “color rojo”. Supóngase el estado
producto “forma+color” o “bola roja”. Si el objeto mental,
“bola roja”, tiene efecto con la propiedad de la conciencia, la
probabilidad de encontrar a las partículas, 1 y 2, fuera del estado
“bola roja”, será nula, porque la información verificada en ese
conjunto neural, “bola roja”, tendrá ese significado, y no otro
significado, pues ésa será la única información posible para esa
red en ese momento, al ser la actividad neural específica e ir la
información codificada (y también porque se conservaría la
heterogeneidad de forma respecto de color al codificarse “bola
roja”, al correlacionarse las redes respectivas mediante
sincronización de fase de sus señales simples). Curiosamente, que
sea nula esa probabilidad de encontrar a “forma redonda” y “color
rojo” en un estado distinto a “bola roja” presenta similitud
con lo que ocurría en un estado cuántico entrelazado: el estado
“bola roja” es análogo a un entrelazamiento cuántico desde este
punto de vista del requisito de la probabilidad nula, por éso esta
deducción es lógica y tiene sentido.